«Aprender a aprender»
Mientras no se demuestre lo contrario, a la escuela, al instituto y, por supuesto, a la universidad, se va a aprender y, como decía el profesor Maravall Casesnoves, insigne catedrático de Historia del Pensamiento Político, «a aprender a aprender». Al parecer, ya se han hecho algunos ensayos derivados de la ley Celáa, aplicando el sofisma de las destrezas y reduciendo la filosofía y la historia, en el mejor de los casos, a simples «marías». Por supuesto, los resultados de esos ensayos hasta el momento se desconocen. Se trata de no enseñar a pensar, ni a juzgar y de obviar el espíritu crítico de nuestros jóvenes, dejándoles ayunos de cualquier posibilidad de tener ideas propias sobre las más variadas facetas de su transcurrir vital en la sociedad actual, abandonándoles en manos de los influenciadores (influencers se dice ahora), políticos, ideológicos y hasta asesores de moda... Si cada partido o reducto de pensamiento quiere llevar el agua de la enseñanza a su molino, bien está y allá sus votantes. Pero querer camuflar los intereses ideológicos con las llamadas destrezas, con un falso progreso, con unas supuestas necesidades para conseguir empleo o de pretendidos avances tecnológicos, no deja de ser un fraude y un mal servicio a las nuevas generaciones. Juan García. Cáceres.
El TOC o el poder de lo absurdo
Hace unas semanas, una revista de prensa publicó un reportaje sobre esta enfermedad mental [trastorno obsesivo-compulsivo]: Cuando el enemigo está en tu cabeza. Y así es. Yo padezco la presencia de este monstruo desde hace 41 años. Aun así, mis malditas obsesiones y rituales no me han impedido conseguir lo que me fascinaba ser cuando era adolescente. Soy licenciado en Filosofía y he escrito dos novelas hasta la fecha. Fui profesor en un instituto durante dos meses y medio. Cuando al año siguiente fui a visitar a mi alumnado para preguntarles qué tal les iba ese año (COU, según la antigua nomenclatura), me respondieron con estas palabras que he grabado a fuego lento en mi memoria: «Manolo, este año nos están explicando otra vez a Sócrates, pero tú nos lo explicaste mucho mejor el año pasado». Hice un gran esfuerzo por no romper a llorar de emoción, pero cuando me despedí de ellos y marché a casa, esas lágrimas sí que brotaron de mis ojos durante el trayecto de regreso.
El TOC mata, pero, como escribió Bertolt Brecht, «los que luchan toda la vida son los imprescindibles». Modestias al margen, estoy en condiciones de asegurar que también miles de compañeros, recluidos en este Auschwitz mental, no se rinden ante la guerra que, sin preguntar antes, nos declaró este «modo de pensar lo impensable o concebir lo inconcebible».
Ni qué decir tiene que suscribo el lema que mi compañera ideó para visibilizar nuestra patología: «Yo tengo TOC. Y tú, ¿qué tienes?». Manuel Castellanos Plaza. MURCIA.