La antropología cultural distingue entre sociedades de la culpa y sociedades de la vergüenza.
La culpa y la vergüenza actúan como dos potentes inhibidores emocionales capaces de controlar las conductas dentro de una cultura. Estos mecanismos de inhibición no son universales y cada cultura desarrolla los suyos propios.
La vergüenza es el mecanismo de inhibición más frecuente en el mundo islámico; el honor lo es para la cultura japonesa.
En la cultura judeocristiana el principal mecanismo emocional de control conductual es el sentimiento de culpa.
Estos mecanismos inhibidores se maman en la papilla cultural y constituyen los límites simbólicos que cada pueblo imprime a sus miembros.
El talibán que dilapida a sus mujeres adúlteras lo hace apelando a la vergüenza de la familia. El Samurai se hace el sepuku por haber faltado al código de honor del Bushido, el asesino que luego se suicida por el remordimiento de la culpa son algunos ejemplos pragmáticos de cómo operan las emociones a la hora de controlar o sancionar conductas dentro de una cultura.
Vivimos en una época globalizada en la que dichos contenedores emocionales se han derrumbado. En occidente, no ya la culpa, tan siquiera la responsabilidad individual se ha diluido en múltiples responsables ajenos al individuo, sea el azar, los demás o el estado. El resultado es una sociedad impulsiva en la que nadie se hace responsable de sus actos, olvidándonos de que no se puede ser libre sin ser responsable.
Aparece también la colisión de culturas que se da con el fenómeno migratorio y solo por diferencias etnográficas, religiosas o de costumbres ancestrales, sino también por el manejo de estas emociones inhibitorias.
Lo concluyente de estas ideas es que los miembros de diferentes comunidades no pueden cambiar sus mecanismos emocionales de control pasando de la vergüenza a la culpa o viceversa, porque se trata de registros que no están introducidos en su programa cultural de recursos emocionales; sin embargo, sí pueden llegar a prescindir del todo de los mismos cuando están en una cultura ajena.
Los sucesos delictivos cometidos por emigrantes se producen en gran medida porque las inhibiciones morales, como la vergüenza, solo obligan entre los miembros de su propia comunidad, por eso, es muy raro que se produzcan violaciones de mujeres árabes entre emigrantes árabes. En ellos la vergüenza solo opera como inhibidor de tales conductas con las mujeres de su propia cultura.
Lo mismo ocurre con los delitos cometidos por occidentales sobre miembros de otras culturas, como es el caso del turismo sexual infantil en países del tercer mundo; en estos sujetos la culpa no inhibe la conducta delictiva al no darse sobre mujeres de su propia cultura.
Malos tiempos para la lírica.