El atentado terrorista del movimiento islámico Hamás desde Gaza contra Israel ha suscitado la condena e indignación de la mayor parte del mundo. Nada puede justificar ni paliar el horror de centenares de víctimas civiles, mujeres, niños, rehenes secuestrados... Sin sentido, porque Hamás no va a conseguir nada con este ataque, solo aumentar el odio de los israelíes, más muerte entre los suyos, más destrucción en su tierra.
Entonces, ¿por qué? Puede haber muchas razones, como evitar que Arabia Saudí y otros países árabes y musulmanes reconozcan a Israel, lo que les dejaría casi solos. Pero, seguramente, su mayor impulso es la desesperación y el rencor.
Desde que Hamás tomó el poder en Gaza, en el 2007, la Franja ha estado sometida a un bloqueo que la convierte en un gran campo de concentración al aire libre. Más de dos millones de personas (un 45 %, niños) apiñadas en un territorio de 360 kilómetros cuadrados (algo menos que el municipio de Vilalba), de los que un 80 % dependen de la ayuda exterior para sobrevivir. Sin libertad, sin recursos, sin futuro. Sin nada que perder.
La respuesta de Israel suscita también el horror. Se bombardea sin piedad Gaza causando igualmente centenares de víctimas civiles, incluidos mujeres y niños. Por supuesto, Israel tiene derecho a defenderse, pero respetando las leyes de la guerra. Lo que hace no es una defensa, es un castigo que sufre gente que no tiene nada que ver con el terrorismo, Tampoco Israel va a conseguir nada con su represalia. Desde el 2008 ha habido al menos quince enfrentamientos en Gaza con un balance de 6.407 palestinos y 308 israelíes muertos (veinte por uno), sin que eso haya disuadido a Hamás de seguir atentando. De hecho, este ha sido el ataque más duro de todos. Ni la ocupación israelí justifica los atentados terroristas de Hamás, ni estos, que se destruyan hospitales, se bombardee a la población civil o se le niegue la comida y el agua. Pero las acciones de cada uno alimentan las del otro, y si no se busca otro camino, el horror se repetirá una y otra vez. Es difícil vislumbrar una solución duradera.
La primera cuestión que se plantea es qué pueden hacer los palestinos para salir pacíficamente de una situación en la que están sometidos a un país que les odia porque les teme, en la que carecen de libertad y de justicia, puesto que nada pueden hacer cuando las autoridades israelíes deciden, por ejemplo, derribar sus viviendas. El terrorismo no es una opción, además de ser inmoral y criminal, es ineficaz, se vuelve contra quienes lo practican. Pero tampoco tienen ninguna otra vía. Apenas quedan países árabes o musulmanes que estén dispuestos a hacer algo por ellos, y los europeos, que apoyan teóricamente la solución de dos Estados, se alinean incondicionalmente con Israel cada vez que los palestinos intentan revertir la situación violentamente ante la falta de alternativas.
La segunda, inseparable de la primera, es qué va a hacer Israel con los palestinos. Porque no se van a evaporar, al contrario, seguirán creciendo. Los más radicales sueñan con una nueva Nakba, como en 1948, cuando expulsaron a 750.000 palestinos de las tierras donde habían vivido durante siglos. Pero en los territorios palestinos viven 5,3 millones, no parece posible echarlos, ni hay ningún país dispuesto a acogerlos. Israel solo tiene dos opciones, o accede a crear un Estado palestino independiente —algo que no acepta porque le parece demasiado peligroso y, además, tendría que desmantelar los asentamientos—, o integra a los palestinos en el Estado israelí con igualdad de derechos —lo que sería más peligroso aún, pues pueden llegar a superar en número a los judíos—. La situación actual de apartheid —los territorios palestinos se parecen mucho a los antiguos bantustanes sudafricanos— es insostenible, además de ilegítima y contraria al derecho internacional. Mientras exista, los israelíes no podrán dormir tranquilos, siempre rondará la amenaza de un nuevo ataque, de un nuevo atentado, siempre vivirán con miedo y militarizados, y eso no es vida. Antes o después tendrán que aceptar una solución justa y pacífica que ponga fin al interminable horror.