Las veinte mil estrellas que indican a los Magos de Oriente el camino a seguir para llegar a Belén son los cuerpos de los niños, de las mujeres y de los hombres muertos, de los veinte mil por ahora ciudadanos abatidos, asesinados en Gaza por el ejercito regular israelí que repelió de manera desproporcionada la invasión terrorista perpetrada por Hamás.
El territorio palestino es tierra quemada, bombardeada, derruida, desolada, en una guerra injusta donde prevalece la destrucción de edificios, colegios y hospitales. Es hoy la postal de Navidad. Escrita con sangre y fuego, con el dolor de las muertes colectivas que como en la matanza de los inocentes en tiempos de Herodes, oscurecen, envilecen el paisaje de Palestina, una tierra que recuerda cada año, en el mes de diciembre, que hace poco más de dos mil años acogió, en otro destartalado portal, junto a un humilde pesebre, el nacimiento del hijo de Dios. Entonces era Palestina, Nazaret, Judea, y el mundo estaba a punto de ser inaugurado. Dicen textos bíblicos que en el cielo se vio una gran estrella, que más tarde sería el soporte celestial que desearía la paz perpetua en el cielo y en la tierra a los hombres de buena voluntad.
Hoy en el cielo de Palestina son los drones artillados, los misiles asesinos, las bombas con su carga de muerte indiscriminada los únicos objetos que recuerdan que la ONU construyó campos de refugiados, escuelas y hospitales que han sido arrasados por la artillería judía. Gaza es un campo de concentración, de palestinos que cercados por militares de Israel sobreviven sin agua, sin luz eléctrica, sin alimentos, sin medicinas en una orgiástica ceremonia de la muerte. Y nosotros ejerciendo una callada complicidad, preparamos la ceremonia de la Nochebuena como si lo que sucede en Gaza no nos concerniera.
Señaló Camus que la muerte de un hombre es la muerte de toda la humanidad, y en Gaza la muerte tiene nombres propios: asesinato, homicidio, exterminio, genocidio. Miramos para otro lado, y no queremos enterarnos que en la noche navideña un francotirador disparará en Belén al lado de la ciudad santa de las tres culturas, de Jerusalén. Un tiro preciso que acertará en el corazón colectivo de quienes somos. Coméntelo durante la cena, es la nueva postal navideña.