Los arándanos son unas bayas de color oscuro, azulado o rojizo debido a la presencia de antocianos que son los pigmentos que les confieren su aspecto característico. Pertenecen a la familia de las ericáceas y el nombre científico del arándano común es Vaccinium myrtillus. Pueden encontrarse numerosas variedades en el mercado en diferentes épocas del año: rojo, rojo común y azul, entre otros, en función de su color y procedencia.
Elija los que presenten un color brillante e intenso y la madurez adecuada. Consérvelos en la nevera pocos días para que mantengan todas sus propiedades nutricionales. También pueden congelarse, pero solo unos días. Los mejores son los recién recogidos en el campo o los que se compran frescos. Lávelos bien antes de comerlos para evitar problemas de contaminación.
En su composición química destaca la presencia de vitamina C (incluso en mayor proporción que en los cítricos), fibra, minerales (potasio, fósforo, magnesio, hierro y calcio, fundamentalmente), taninos, ácidos orgánicos (oxálico y málico), pigmentos naturales (carotenoides y antocianinas) y vitaminas A, B y E.
Se consideran antioxidantes de gran interés para el cuidado de la piel porque eliminan los radicales libres, contienen mucha agua, poca grasa y calorías, resultan diuréticos debido a la presencia de ácidos orgánicos, regulan el tránsito intestinal, mejoran la circulación periférica dadas sus propiedades vasodilatadoras y antiagregantes por la presencia de vitamina P y, por su contenido en antocianinas, resultan muy adecuados para evitar problemas a nivel ocular.
Aunque suelen usarse solo los frutos, existe la posibilidad de utilizar las hojas. Cuidado con el consumo de dichas hojas en infusiones o tisanas porque contienen hidroquinonas y arbutina que pueden llegar a ser tóxicos para el organismo si se superan las dosis recomendadas. Consulte al especialista y siga sus indicaciones.