Carrie Bradshaw revive

Beatriz Pallas ENCADENADOS

OPINIÓN

17 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Decir que Sexo en Nueva York es una serie de fondo de armario no es ninguna redundancia a estas alturas. Con sus manolos, sus tutús y sus estilismos de Galliano, Carrie Bradshaw, hasta ahora uno de los emblemas de HBO, acaba de llegar, ver y vencer en Netflix como un valor seguro que cruza generaciones y plataformas. La ficción original, estrenada en 1998, debuta en la gran N roja como si el tiempo no hubiese pasado por ella. Y crea esa relación simbiótica que alimenta a ambas marcas; a una, rentabilizando sus derechos, y a la otra, pegando a sus suscriptores a la pantalla durante horas. De repente, ver por primera vez la Sexo en Nueva York primigenia, no su secuela madura y moderna, se ha convertido en el pasatiempo de moda tanto para los jóvenes que no vivieron su éxito como para quienes están dispuestos a saldar las deudas con ficciones pasadas que, según los cánones de los devoradores de series, ya se deberían haber visto. Una de las aportaciones del mundo del streaming es que los conceptos de lo viejo y lo nuevo deben ser revisados. Un aleteo de una mariposa puede hacer que, como ocurrió hace unos meses, Suits se cuele entre lo más visto años después de su final.