Pedro Sánchez es en el fondo bastante previsible, de tal manera que a esta mujer que permanece atenta a las pantallas seguramente le mueva más el interés por el precio de las mismas, entre los 339 y los 579 euros, que lo que pueda brotar de la boca de un hombre con madera de corrector de periódico: «No es un punto y seguido. Es un punto y aparte», dice. Luego, para más inri, añade «lo garantizo». Tratándose de Pedro, no se sabe si lo que garantiza es el punto y aparte o que esos cuatro televisores que replican su afectada imagen, en plan Sálvame de no se sabe qué, incluyen una garantía Sánchez adicional. En todo caso, está escrito que Pedro y garantía muy bien no casan. Son las 11.06 y el presidente acaba de lanzar el penalti más largo del mundo. Hace cinco días que echó cuerpo a césped, paró el partido y pitó la pena máxima. Ahora, pudiendo pasar a la historia con un gol, echa la pelota fuera. Sí, «he decidido seguir». Se rumorea que ha llegado a la serena conclusión de que es pronto para dejar de jugar con su país. Literalmente.