El cementerio de los alemanes

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

Wernervc | Wikipedia

02 jun 2024 . Actualizado a las 10:24 h.

En el currículo de los estudiantes europeos deberían figurar de forma obligatoria al menos dos visitas que les muestren de qué somos capaces. Una, a alguno de los campos de exterminio nazis. La otra, a las playas de Normandía. De vez en cuando es necesario dejarse zarandear por el pasado, recibir una bofetada con la mano abierta de lo que viene siendo la historia de la humanidad. Llueve tanto sobre mojado que parece que no hubiera huellas debajo del agua. Olvidar las cicatrices es dar la espalda a las heridas. A las viejas y a las nuevas. Eso es imposible cuando, en Colleville-sur-Mer, se contemplan más de 9.000 cruces blancas sobre verde. Las del cementerio estadounidense, plantadas en tierra francesa y con vistas a la playa de Omaha. Las de aquellos que se quedaron a este lado del Atlántico para siempre. Pero la sensación empeora en otro lugar sembrado de cadáveres de guerra. El cementerio alemán de La Cambe es de complicada digestión. Más vidas enterradas por la guerra. Solo que en estas muertes no cabe la glorificación de la liberación, de la causa justa, de la lucha contra el monstruo nazi. Sacrificados por nada. Para nada. Con sus 21.000 tumbas, fruto de la recolección de cuerpos de soldados germanos por distintas zonas de Francia. Con su túmulo central, donde hay una fosa común en la que reposan decenas de hombres sin identificar.

En la iglesia de Sainte-Mère-Église, el primer pueblo liberado en el Día D, una extraña vidriera recibe a los viajeros. En lo alto, la Virgen sostiene a Jesús. Pero lo que cae del cielo son paracaidistas. Cuentan que uno de ellos estuvo horas suspendido del campanario, simulando que estaba muerto. Una estatua lo recuerda. Una cicatriz. Una herida.