Hace unos años, durante un viaje de trabajo a China, los periodistas entreteníamos los trayectos en autobús intentando distinguir desde la ventanilla los automóviles del país asiático que eran inequívocamente clones de modelos europeos. Por ejemplo, el BAIC BJ80 era una copia del Mercedes-Benz Clase G, uno de los todoterrenos más icónicos (y costosos) del mercado. El Landwind X7 se parecía sospechosamente al Range Rover Evoque, tanto que una sentencia a favor de la antigua marca británica —Land Rover pertenece al grupo indio Tata desde el 2008— hizo que dejara de producirse poco después. El Lifan 320 imitaba a un Mini, feo, pero Mini; el Shuanghuan SCEO era prácticamente indistinguible de un BMW X5 (¡y se presentó en el Salón de Fráncfort en el 2007!); el Suzhou Eagle Carrie podía confundirse con un Porsche Cayman; el Zotye SR9 con un Macan, y el Weikerui V7 rivalizaba con el Volkswagen up! hasta en el logo que ocupaba el centro del capó.
Las risas y chanzas que intercambiamos entonces se las estarán haciendo ahora en la industria china del automóvil, que, dada la dirección que está tomando el mercado, incluye también la de fabricantes de baterías de litio y la de las compañías dedicadas a la extracción de tierras raras. Merece la pena aquí hacer un apunte: para una mina de coltán que hay en Galicia —y que al parecer es la única de Europa—, va el TSXG y declara nulo el permiso de explotación. Los jueces del tribunal más verde quizá piensan que las celdas del coche eléctrico funcionan a base de salsa de zamburiñas, que a este paso es lo único que se va poder extraer aquí.
Estamos en el 2024 y la Unión Europea por fin le ha visto las orejas al lobo. Más bien, la cola, porque nuestro continente empieza a infestarse de vehículos chinos, que están desplazando a las poderosas marcas alemanas, francesas e italianas. En agosto del año pasado, el MG ZS tuvo el honor de ocupar el primer puesto en ventas en España, y en Galicia cada vez se ven más automóviles de Lynk & Co, DFSK, Seres, Omoda o BYD, incluso aunque no cuenten con concesionarios en nuestra comunidad. Venden por internet, controlan toda la cadena de valor del sector de la automoción y les hemos abierto las puertas de par en par. Ahora, Von der Leyen propone aranceles de hasta el 48 %. ¿Y si ellos hacen lo mismo en su mercado de 1.400 millones de personas?