El deporte educa a la política

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

Chema Moya | EFE

16 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Escucho en la radio este comentario: «Sabemos jugar al fútbol. Sabemos jugar al tenis. A ver si aprendemos a votar». No estoy de acuerdo. La virtud de la democracia es la elección. No hay votos mejores ni votos peores. Cada uno tiene derecho a elegir entre los partidos que se presentan el que más le satisface. Pero su aportación me hace pensar en que lo que sí necesitamos con urgencia es que la política se contagie para bien del deporte. Aunque aún hay episodios de violencia en el deporte, la sociedad se preocupó mucho por mejorar en el comportamiento en los campos de juego y en las gradas de los estadios. La política está siguiendo el camino contrario, cuesta abajo y a una velocidad endiablada.

Al tiempo que terminaban como una fiesta la Eurocopa y Wimbledon, especialmente para los españoles, el mundo asistía asombrado a un intento de magnicidio con el ataque al expresidente Trump, en campaña electoral. La política está endiablada. La violencia nunca es la solución. Es increíble que alguien pueda llegar al estado de odio en el que decide que tiene que acabar con la vida del político con el que no comparte las ideas. Es fruto de lo visceral que se está volviendo en medio planeta la disputa entre los partidos políticos.

Aún quedan muchas barras bravas en el fútbol y en otros deportes, pero se ha empleado mucho tiempo y recursos en acabar con su indeseable presencia. En política no solo no estamos haciendo nada para evitar estos comportamientos extremos que pueden derivar en la peor de las situaciones, sino que además los jaleamos. Son los políticos los primeros que entran al trapo de los rivales con comportamientos que cada vez se ven menos en el deporte, pero más en los parlamentos. Las batallas se dan hasta dentro de los partidos, con traiciones y componendas de todo tipo. La clase política parece estar envenenada por el resquemor. No hay un auténtico debate de ideas. Hay una lucha de insultos. Son muchos los políticos que se han ido escorando hacia la extrema izquierda y la ultraderecha para convertir así a sus partidarios en bandos irreconciliables. Y esos bandos terminan por autoalimentarse en el insulto al rival a través del odio que exudan las redes sociales y, de ser bandos, pasan ser bandas organizadas para lo peor.

El comportamiento ejemplar de Alcaraz o de la selección española de fútbol, que funcionaron con competitividad sana y con una lección de cómo se trabaja en equipo, casi de una familia, tienen que servir para que nuestra clase política sin clase tome nota. Unos y otros. Y decidan de una vez por todas huir de las posturas fanáticas. Lo que el sábado por la noche sucedió en EE.UU. puede pasar mañana aquí. Solo hay que darse un paseo por las redes sociales, por esos memes que han sustituido a las razones por su efectividad visual y grosera, para confirmar que vamos por la senda más dramática, empeñados en despeñarnos. Hace tiempo que la política en España en Europa, en Estados Unidos es un lodazal, donde no se busca convencer al votante ni debatir con el rival. Solo se persigue que los simpatizantes sean fanáticos y que los rivales caigan zancadilleados. Y la culpa de todo no la tiene Orbán.