Hombre fascinante, editor plural

Tomás García Morán
Tomás García Morán LEJANO OESTE

OPINIÓN

El presidente de La Voz de Galicia el día que se realizó la entrevista en el 2016 en el museo
El presidente de La Voz de Galicia el día que se realizó la entrevista en el 2016 en el museo VÍTOR MEJUTO

29 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Trabajar en la redacción de un gran periódico como La Voz durante más de 25 años tiene innumerables ventajas. Pero sobre todas ellas, creo que la mayor suerte es la cantidad de personajes fascinantes que he podido conocer. Buscando historias para contar en La Voz, he tratado a presidentes de Gobierno, grandes empresarios, algún premio Nobel, tótems de la cultura, deportistas en el culmen de su carrera, grandes derrotados también… Pero ninguna figura me ha resultado tan fascinante como la de Santiago Rey Fernández-Latorre. Fue un actor fundamental en la evolución de la prensa democrática española. Multado por publicar en gallego, cuando llegó la España constitucional apostó por integrar en este mapa lo mejor del galleguismo. Y se convirtió en el último gran editor, en alguien irrepetible.

De Santiago Rey se ha destacado siempre su absoluta independencia. Él mismo solía recordar que, puesto que jamás había tenido ningún otro negocio que no fuera el periodismo, no tenía que rendirle cuentas a nadie, salvo a los lectores de La Voz.

Para juzgarlo hay que intentar ponerse en sus zapatos e imaginar cómo era capaz de gestionar el inmenso poder que tenía. Intenten hacer el ejercicio: ¿serían ustedes tan plurales? ¿Permitirían que cada día saliera a la calle un periódico en el que están representadas todo tipo de voces, todo tipo de ideologías, y en el que todo el mundo pueda opinar lo que quiera sin preguntarse qué opinará el gran jefe? Yo me declaro incapaz, porque la tentación es inmensa. Pero Santiago Rey aceptaba, él mismo lo decía, que cada cual tuviera su corazoncito, unos a la izquierda y otros a la derecha. Solo había una idea innegociable: Galicia no es más que nadie ni menos que nadie. «Galicia es la leche», decía cuando veía cómo el interior de la comunidad, los sectores productivos que siempre han definido nuestro ADN, se iban apagando.

Esa capacidad para escuchar a todos y dar voz a todos es la causa que explica el milagro de los panes y los periódicos que cada mañana se sigue produciendo. En este mundo polarizado, que tantas veces se envenena al beber en los bajos fondos de las redes sociales, y en el que solamente queremos leer a quien nos dé la razón, la visión plural de Santiago Rey llevó a La Voz a convertirse, se dice pronto, en el tercer periódico más vendido de España.

Su gran aval para ser el gran editor era su capacidad para leer periódicos. Seguirle el ritmo era tarea imposible: «¿Habéis leído hoy la columna de fulano o mengana?», preguntaba a media mañana cuando llegaba al periódico. Y daba igual quién fuera fulano, qué pensaba o dónde escribía: a Santiago Rey le gustaba el talento, de fondo y de forma, y despreciaba la vacuidad.

Su otra gran divisa era su capacidad para otear lo que asomaba por el horizonte. Con él siempre tenías la sensación de que iba por delante. Y por eso fue de los primeros en hablar de polarización política, de la división de la sociedad, de crisis y desigualdad económica… A denunciar esta España hemipléjica en la que los motores económicos y sociales se construyen con vistas al Mediterráneo… A protestar. Su Voz marca una época. Y su marcha no deja silencio. Porque siempre nos quedará su eco.