El Diccionario, censurado

Francisco Ríos Álvarez
Francisco Ríos LA MIRADA EN LA LENGUA

OPINIÓN

Ariel Alejandro Carreras | EFE

05 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Quizá el lector haya oído alguna vez cómo le decían a alguien un «no seas judío» para tacharlo de tacaño o de avaro. Hace mucho tiempo que no veíamos emplear aquel sustantivo con ese sentido. Hasta que un juez argentino lo puso en la prensa de medio mundo al ordenar hace unos días a la Academia Española que elimine del Diccionario la quinta acepción de judío: «Dicho de una persona: Avariciosa o usurera. Usado como ofensivo o discriminatorio».

El magistrado, propuesto por el Gobierno de Milei para acceder a la Corte Suprema de Justicia de su país, actuó tras una denuncia penal de unas organizaciones judías contra Santiago Muñoz Machado, director de la Academia Española, y otros responsables de esta por incitar al odio —decían— contra la comunidad judía. Según el juez Ariel Lijo, «la mera existencia de esta acepción —en los términos en los que hoy se encuentra publicada— tiene capacidad para condicionar la conducta de quienes comparten la lengua y de incitar a la violencia en cualquiera de sus distintas formas».

La polémica acepción de judío está en el Diccionario desde la edición de 1852, entonces redactada así: «Avaro, usurero». Se mantuvo hasta la de 1956, después desapareció y volvió en el 2014 con la nota de «despectivo». Es un viaje parecido al de ciertas acepciones de otros términos, como la de «trapacero» (‘que con astucias, falsedades y mentiras procura engañar a alguien en un asunto') que figura en el artículo gitano y con la misma nota que la discutida de judío, «usado como ofensivo o discriminatorio».

Las organizaciones que han recurrido ahora a los tribunales se habían dirigido antes a la Academia Española en busca de la supresión de aquella definición. Muñoz Machado respondió el año pasado que «no es posible eliminar una acepción cuando está avalada por el uso, por más que pueda resultar socialmente inapropiada o reprochable. Sin embargo, se ha considerado oportuno añadir la indicación de que su uso puede resultar ofensivo o discriminatorio». En una ocasión anterior, la Academia se había explicado así: «Los diccionarios recogen el significado de las palabras, no describen las realidades. Esa acepción no se refiere a los judíos, sino al empleo despectivo de la palabra judío con un significado determinado, que está documentado en el uso».

Sin embargo, el juez Ariel Lijo considera que el texto «contiene en la base de su significado un discurso de odio» y que «no se trata de un discurso de odio con efectos abstractos, sino que produce efectos concretos sobre una cantidad indefinida, pero importante, de personas».

La Academia no es precisamente una entidad antisemita y es inimaginable que tenga intención de incitar directa o indirectamente a «la violencia en cualquiera de sus distintas formas». Es más, advierte sobre los términos que son usados como ofensivos o discriminatorios. Ahora, para pronunciarse sobre este episodio, espera a recibir la notificación oficial de la resolución judicial, pero es muy improbable que cambie sus planteamientos. Entre otras cosas, porque hacerlo sería aceptar la censura. De prosperar la resolución del juez Ariel Lijo, cualquiera a quien no le guste algo del Diccionario se considerará con derecho a vetarlo.