Existe un proceso de acaparamiento de tierras, mares y atmósferas por parte de las corporaciones industriales y financieras, generando una nueva dinámica de territorialización de los vientos, aguas y sol. Esta nueva fase parte de un cambio en el concepto del territorio. Antes se abordaba una perspectiva plana, en donde el territorio era objeto de un proceso simple de extracción de su superficie. En la actualidad, el territorio se entiende y se enfoca de otra manera; se considera que es relacional, con rasgos de multidimensionalidad que abarcan el control territorial de la tierra, de los mares y de la atmósfera para la producción de todo tipo de energías. Asistimos, pues, a una acaparación de los vientos, del sol y de los mares, que provoca grandes reticencias en las comunidades tradicionales afectadas por determinados proyectos amenazantes.
La realidad permite reconocer los distintos procesos de control territorial y la configuración de diferentes regímenes de acaparamiento. Así, distinguimos extractivismos del subsuelo (como los diferentes tipos de minerales); de superficie (como los productos agrícolas y forestales); de los mares (como la pesca y la acuicultura); y de la atmósfera (como el viento y el sol).
El concepto principal está basado en el control territorial, base del acaparamiento de tierras y mares para la extracción y apropiación de recursos naturales. De ahí las respuestas de los afectados, sus protestas y manifestaciones. Llaman la atención los nuevos controles espaciales, que conducen a cambiar tanto su territorialidad o su riesgo de des-territorialización; en suma, síntomas de subordinación, en la medida que muchos de dichos extractivismos son depredadores y destruyen parte de los espacios tradicionales donde se territorializan.
Los datos muestran que el 47 % de los registros de territorialización se destinaron a inversiones en la producción de productos agrícolas; el 36 % en energías renovables; el 9 % en monocultivos de árboles; el 4 % en minerías; y el 4 % en mercados de tierras. Revelan no solo una territorialización extractiva, sino la generación de un nuevo régimen de extranjería. Los orígenes de las corporaciones empresariales que más invierten proceden de países europeos (un 40 %), seguidas de las de América del Norte (33 %) y Asia (17 %). Especificando aquellos que invierten en energías renovables, sobresalen los europeos (50 %), seguidos de los americanos (34 %) y asiáticos (13 %). En suma, en cada fase del desarrollo capitalista los procesos de extracción de los recursos naturales y los regímenes de apropiación y explotación fueron respondiendo a criterios diferentes. Hoy en día, el extractivismo está concebido como la territorialización de la explotación acelerada de los recursos naturales sin preocupación por la sostenibilidad y por el mantenimiento de la biodiversidad.
Muchos de los proyectos industriales presentados en Galicia son decisiones empresariales bajo el objetivo del control territorial. Por eso, sería necesario tomar en consideración algunas restricciones a los mismos. Citaremos, a modo de ejemplo, algunas. Los proyectos no pueden ser una decisión para especular o ser vendidos una vez adjudicada la concesión; deben responder a criterios de sostenibilidad ambiental y social; las comunidades próximas y afectadas han de poder ser partícipes en las decisiones de las corporaciones; deben existir acuerdos en el reparto y distribución de las áreas de explotación, ya sean terrestres como marítimas; las empresas concesionarias han de responder públicamente de su praxis tanto en la extracción de recursos renovables como no renovables. Tratamos, con ello, de armonizar el alojamiento de instalaciones y proyectos industriales con la protección del medio ambiente y la biodiversidad.
La territorialización de los vientos, del sol y de los mares, con sus proyectos de energía terrestre, marina o solar, no dejan de ser un nuevo control de nuevos territorios y mercados por parte de corporaciones mundiales. De ahí la necesidad de actuar coherentemente, a fin de evitar la apropiación y privatización de los territorios. Se exige un marco regulatorio claro; con mayor coordinación entre administraciones públicas; sin perder la oportunidad de invertir, pero sin deteriorar el medio natural y la subordinación de un territorio. Además, debemos ser conscientes de dos nuevas realidades, la transición energética y el hundimiento de la demanda; y la desconexión entre demanda y precios. Por tanto, muy atentos a las coyunturas y contextos.