Pasan los años, los reyes, los presidentes, las Eurocopas… Pero hay cosas que no cambian. Españita, como dicen muchos ahora, sigue cociéndose en ese caldo rancio de individuos que tienen olfato para un tipo de negocios y que cultivan como una de sus aspiraciones vitales aquello de ponerle un piso a la churri. Lo ideal es que no sea un apartamento cualquiera. Y la guinda es que los pájaros armen su nidito de amor con ayuda externa, por decirlo suavemente. El informe de la UCO sobre el caso Koldo acorrala al exministro socialista José Luis Ábalos, porque viene a desmentir aquello de que él simplemente pasaba por allí y carga con las salpicaduras de un charco cercano pero ajeno. De paso, la investigación descubre cómo continúan revoloteando sobre la política las polillas y el olor a habitación cerrada, ese al que uno se puede acostumbrar cuando permanece dentro pero que se convierte en una bufarada que golpea en la nariz cuando alguien llega desde fuera. Hay en este relato idas y venidas de cuantiosas cantidades de dinero, pero siempre circulando de la mano de esta especie de folklore en el que no pueden faltar los motes, los giros de la copa de balón, los puritos, el expresidente de un club de fútbol y la Jessica, la «relación particular». Que no falten los chascarrillos. La vida, como una eterna sobremesa. Como señores. Confluyen en este momento historias recientes y pasadas en las que se mezclan lo público, lo púbico y lo impúdico. Se cruzan en el camino, como si se saludaran en el paso de peatones Berlanga y Esteso. La Justicia dirá cómo encaja todo esto en la ley. No parece encajar mucho en los cánones éticos y estéticos que deberíamos manejar a estas alturas del siglo XXI.