Escritores entre escombros

rodri garcía QUE PASOU?

OPINIÓN

R. G.

14 oct 2024 . Actualizado a las 09:04 h.

No somos nada. Es la cantinela habitual de un amigo. Al principio le respondía contando un chascarrillo atribuido a Cela: «¡Ay, don Camilo! No somos nada!», le comentó un colaborador a raíz de algún suceso, a lo que habría sentenciado el escritor: «¡No lo será usted! Yo soy premio nobel».

El no somos nada, y una sonrisa, fue lo primero que saltó al ver tirado en un contenedor de obra, empapado por la lluvia, el libro de Francisco Umbral Los cuadernos de Luis Vives. No es de los mejores del autor de Mortal y rosa. En su día, el crítico Adolfo Torrecilla escribió en Aceprensa que en estos cuadernos «aparecen sus divagaciones psicológicas, que van desde el dandismo y el sentido de la vida a su rechazo burlesco del cristianismo y a su pasión por la literatura, tema de las páginas más interesantes».

El contenedor estaba, ironía literaria, en la calle Wenceslao Fernández Flórez de A Coruña, y el libro de Umbral no era el único. Lo acompañaban Las edades de Lulú, de Almudena Grandes; La España invertebrada, de Ortega; Que me queres amor?, de Manuel Rivas; Una hora de España, de Azorín; el impacto de la revolución rusa contada por Ayn Rand en Los que vivimos, y obras de Jean-Paul Sartre o de Graham Greene…

Lectores y letraheridos lamentan cada vez más no poder donar sus libros, «nadie los quiere, tienes que tirarlos...». Y ahí estaban tirados, entre trozos de ladrillos.

Pasado un tiempo, en una solitaria calle de Urueña, la vallisoletana villa del libro, tropecé con una máquina de escribir empotrada en una pared. Tenía un lema, «Olivetti Pluma 22, de Francisco Umbral», y un texto: «Solo suena en el silencio de mi tos, el rumor del frigorífico [hilo sagrado del hogar] y el tableteo de la Olivetti, que es esta pequeña ametralladora portátil que llevo bajo la axila, como Al Capone, desde mil novecientos sesenta y uno».

La casual road movie umbraliana siguió por la Casa de Galicia en Madrid. Allí se fue José María Besteiro (Riotorto, Lugo, 1963) a hablar de su nuevo libro: Francisco Umbral. Manual de instrucciones. (Editorial Renacimiento). Contó que había conocido a Umbral cuando presentó La bestia rosa (Tusquets), un encuentro en el que el lucense confesó haberse sentido como Mia Farrow en La rosa púrpura del Cairo. Los presentadores calificaron el texto de Besteiro como un homenaje al escritor que un día fue columnista de La Voz de Galicia.

En la última feria del libro antiguo de A Coruña había varias obras de Umbral tapadas por montones de títulos. Tal vez estaban para reparar la afrenta de arrojar a los escombros a todo un premio Cervantes. O quizá solo para constatar que no somos nada.