Sogas

José Francisco Sánchez Sánchez
Paco Sánchez EN LA CUERDA FLOJA

OPINIÓN

Vladimir Smirnov | REUTERS

19 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Mi primer vuelo fue un Pamplona-Arrecife de Lanzarote con escala en Madrid. Por una serie de descuidos, terminé embarcando sin un duro en el bolsillo. Iba para cumplir la tercera y última parte del servicio militar. Estaría fuera seis meses. Al recoger el equipaje, una maleta con la ropa civil y militar, me dijeron que no había llegado. Así que me encontraba a miles de kilómetros, sin dinero y sin ropa. Me quedaba solo una bolsa de mano llena de libros. Y me sentí muy bien. Como si se me hubiera agrandado de pronto el espacio de lo posible. Leí luego que algo similar sucede con los ayunos fuertes de carácter ascético: producen esa sensación de independencia, de desasimiento y de poder a la vez. Al menos, de poder y libertad interiores. Quizá porque el vacío permite recomenzar de cero y resituar las prioridades, reordenar sin presiones externas o internas. Encontré muy sabio en su día el tuit de un chavalote que decía: «Ordenar la habitación y parecerme que todo se hacía posible de nuevo». Exacto. Esa es la fuerza del orden: que genera serenidad y capacidades acaso desconocidas.

Los clásicos y los dichos populares solían atribuirle al diablo buena amistad con el desorden: «Con los hilos que se tiran, el diablo teje una soga». El desorden ahoga, esclaviza, vuelve incapaz a quienes lo padecen. Lo digo porque siento, no sé ustedes, una progresiva sensación de desorden en casi todo: en las relaciones internacionales (ahora se suma Corea del Norte), en la vida política y económica del país e incluso en ámbitos eclesiales, educativos o familiares. El desorden produce injusticia y deja sin agarraderos a quienes se niegan a plegarse a la mentira, fuente principal de lo monstruoso.