Errejón y su personaje

Erika Jaráiz Gulías
Erika Jaráiz Gulías EL COLOR DEL CRISTAL

OPINIÓN

JUAN CARLOS HIDALGO | EFE

25 oct 2024 . Actualizado a las 16:18 h.

Pareciera que hay una maldición sobre la llamada, en otro tiempo no muy lejano, nueva política, y especialmente sobre los nuevos políticos que emergieron en la década pasada con el objetivo de transformar el sistema de partidos en España y de dar un nuevo sentido a esa política que se había vuelto previsible y previsora.

No son pocos los teóricos que han hablado de un nuevo paradigma político emergiendo en la segunda década del siglo XXI, pero son muy escasos los que han tenido la capacidad de prever cómo la nueva política se iba a devorar, cual Saturno, a los nuevos políticos.

Errejón es, seguramente, el último de aquellos originarios políticos que preconizaban ese nuevo paradigma de la política, que alertaban del agotamiento de los modelos tradicionales y llamaban a la construcción de nuevas formas de interpretar la ansiada búsqueda de poder que hay detrás de cada liderazgo.

Su carita de niño sufrió pronto el zarpazo de sus propios correligionarios, pero supo reinventarse, encontrar nuevos aliados, explotar sus dotes para la oratoria y para la sorpresa, esas formas aparentemente amables pero que esconden determinación y táctica a borbotones.

Errejón construyó su personaje, ese del que ahora reniega, con una ambición desbordada, pero también con un ansia de revancha comprensible. Se alió con Carmena, se incorporó a Sumar; su asalto a la portavocía de Sumar en el Congreso, en detrimento de Marta Lois, fue quizá su último gran golpe de efecto.

Nadie puede negar su trabajo, su dedicación, pero tampoco nadie puede ocultar su gusto por la fiesta, la noche y tantas cosas más que ahora adjetiva de neoliberales, pero que lo han acompañado a lo largo de estos años.

Es el último, sí, ha visto pasar los cadáveres de todos sus adversarios, incluso ha disfrutado de la derrota de Pablo Iglesias en Madrid, y se va para tratar de frenar lo que le viene encima, antes de que nadie pidiera su cabeza, pero cuando supo que ya la hoja de la guillotina había comenzado a bajar. Porque si hay alguien que no puede enfrentarse al término maltratador ese es Errejón, y todo apunta a que puede haber más de un testimonio cuando se destape la veda.

No se va porque quiera, a Errejón lo cazaron; lo difícil será saber ciertamente quién o quiénes están detrás de la cacería, porque, aunque todo el mundo mire a Iglesias y Montero, lo cierto es que hoy son muchos los que disfrutan de la caída de Errejón, dentro y fuera de Sumar, dentro y fuera del Gobierno, enemigos, enemigos mortales y compañeros de partido, que decía Churchill.