Una charla peculiar

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

10 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Un día como hoy, 10 de noviembre, pero de hace poco más de siglo y medio, un galés llamado John Rowlands, que en su juventud cambiara su nombre por el de Henry Morton Stanley, encontró en un poblado a orillas del lago Tanganika, en el África profunda, al doctor David Livingstone, al que en Londres se había dado por desaparecido. El encuentro fue altamente difundido y adornado convenientemente, por ejemplo, con la frase, atribuida al galés, de «doctor Livingstone, supongo». Lo cierto es que Stanley estaba buscándose la vida como periodista del New York Herald, y andaba por el mundo mandando crónicas a su jefe, Gordon Benett, un joven heredero que vivía gastando su fortuna en los mejores hoteles de París. Livingstone ya había publicado sus Viajes y exploraciones en el África del Sur —cuya versión en español publiqué yo hace quince años—, y era famoso. Y como llevaba siete años sin dar señales de vida, Benett envió a Stanley en su búsqueda. Pero Livingstone no estaba perdido. Simplemente se había quedado a vivir allí con los nativos que, desde el inicio de su incursión en el continente negro desde las tierras de los boers, lo habían acompañado en su caminata —en realidad iba como aquí entonces: en un carro de bueyes— por lo que hoy es Angola, Zambia, Tanzania...

Stanley encontró a Livingstone en Ujiji y estuvo con él hasta mediados de marzo del año siguiente.

Se hicieron amigos y hablaron de muchas cosas. También de España. Pero Livingstone no quiso regresar con aquella expedición.