Esta semana hemos vuelto a darnos de bruces con la realidad como nos pasó en la pandemia y en el volcán. Otra vez el planeta ha mostrado su indiferencia y nos ha dejado con el culo al aire. Pero si la catástrofe ha sido desoladora, más aún lo ha sido la perplejidad e ineficacia mostrada por quienes tienen la responsabilidad de prevenir y minimizar sus efectos.
Siguiendo la crónica del desastre me vino a la mente la anécdota de aquel torero que camino de la enfermería y sabiendo que la cornada era mortal, susurraba a la cuadrilla: «!Tanto pa ná!».
Tanta gente, presidentes del gobierno, de la comunidad, de la confederación de aguas del Júcar, ministros, conselleiros, alcaldes, ingenieros, delegados, subdelegados, comités de todo tipo, todos mantenidos por aquellos a quienes deben servir «pa ná». Al final, como siempre, es la gente que sufre el impacto la que baja al ruedo, se mancha las manos de barro y chapapote y tiene que torear. Esas gentes que, sin cargo y con cargas, asumen la responsabilidad y se las apañan como pueden, esa gente que espera una respuesta y recibe un blá, blá, blá, mascullando desesperados el «tantos pa ná!». Estas catástrofes ponen de relieve nuestra indefensión y muestran la cara más oscura y más luminosa del ser humano. Junto a miles de héroes desconocidos dispuestos a hacer lo que haga falta por salvar vidas y aliviar, se juntan políticos de mesa y mantel que jamás cogen la pala ni ayudan a evacuar ancianos, ni a socorrer náufragos ni carretear muertos ni «ná», que no sea navegar riadas de críticas desconsoladas eludiendo responsabilidades y bailando sobre tumbas de barro.
Luego están los otros, los buitres que siempre aparecen circundando la tragedia en busca del botín de la desolación, esos saqueadores profesionales que desvalijan comercios y casas; son la peor cara del ser humano.
Y esperen, que dentro de unos meses comenzaremos a tener noticias de la legión de oportunistas, conseguidores y usurpadores de la solidaridad de la gente. Los Koldos, los duquesitos, los bigotes, los Aldamas, las «autoridades» encargadas de gestionar la crisis siempre dispuestas a llevarse una mordida y hacer un buen negocio escondidos bajo las faldas de la solidaridad. A esos personajes, conviene no perderlos de vista. Y no esperen, eso sí que no, ver reconocer a ninguno de tantos su inutilidad y dejar la poltrona.
Tantos «pa ná». ¡Animo Valencia!