Es como poner a un terraplanista al frente de la NASA. Así se expresan científicos sobre el nombramiento de un antivacunas como el mayor responsable de la sanidad en Estados Unidos. A los mandos del aparato, un Kennedy venido a menos que fantasea con los chemtrails y que prefiere que vuelvan a reinar enfermedades como el sarampión antes de inmunizar a los niños. Ya hay quien fusiona la elección de Marco Rubio como secretario de Estado y la de Robert F. Kennedy con el chiste trágico de que ha llegado a América Marco Polio. Arriba los conspiranoicos. Muera la inteligencia. Pero que nada nos extrañe a este lado del Atlántico. Aquí, en nuestra tragedia de la dana, si los cálculos políticos fueran cálculos renales un buen número de altos cargos estarían postrados de dolor. Y, mientras, se han vendido mentiras a toneladas. Se dijo que la agencia meteorológica francesa había avisado más y mejor que la Aemet (el mapa era del día posterior al diluvio). Se aseguró que la causa del desastre fue la destrucción de embalses y presas de la época de Franco. Se culpó a Marruecos y a Israel de generar las lluvias torrenciales. Corrió como la pólvora que había centenares de cadáveres en aparcamientos y que se extraían cuerpos en secreto en camiones frigoríficos, como si no fuera suficiente con la terrorífica realidad. «Esto no lo verás en los medios», dicen influencers que saben de muy buena tinta que hay vídeos de un primo de un cuñado de un bombero de Málaga. Luego, cuando se desmontan las falsedades y pillan a supuestos salvadores del pueblo lucrándose y tirándose al barro para vestirse de héroes, llegan los llantos. «Vienen a por mí», lamentan unos. «No hay libertad para decir las cosas», se quejan otros en prime time. Festival de bulos. Y de bulas.