El triunfo de un mentiroso patológico y un golpista como Trump ha revivido los fantasmas del 2016. Entonces el mundo se tambaleó por el brexit y por la primera victoria del neoyorquino. Los bárbaros saquearon Roma.
Ambos terremotos se produjeron con la ayuda de campañas orquestadas de desinformación y manipulación en las redes. Descubrimos después la injerencias rusa y la sofisticada trama orwelliana (1984, siempre presente) de Cambridge Analytica, con su robo de datos y patrañas a medida. Reaccionamos.
Cuestionamos a los gigantes de internet. Magnates que ganaron mucho dinero con contenidos tóxicos se rasgaron las vestiduras y prometieron, como el emérito, no volver a hacerlo (mintieron). En el 2020 ganó Biden. Respiramos.
Fue un espejismo. Vivimos la mayor oleada de bulos de la historia. Los generan con pericia sobre todo agitadores ultras. Encuentran eco en ciudadanos que ya no saben qué creerse. Que piensan ?erróneamente, salvo por la vivienda? que vive peor que sus padres. Y que ya no atienden a razones, solo a emociones. Para alguien que supo mandar, desdeñan los matices en favor de los extremos. Ven el mundo en blanco y negro. Ella está preocupada. Y ustedes deberían de estarlo: «La libertad no se puede dar por sentada». Amén, señora Merkel.