Pedro Sánchez ha decidido que con motivo del 50 aniversario de la muerte de Franco se organizarán un centenar de eventos bajo el lema «España en libertad». También creará un alto comisionado y un comité científico de expertos que se encargarán de la organización de estos actos y de que se coordinen con las diferentes administraciones en su celebración.
Sánchez pretende poner en valor la transformación que se ha producido en España desde la llegada de la democracia y hacer un homenaje a quienes la hicieron posible.
La verdad es que nadie con conciencia democrática puede poner un pero a todo esto. Celebrar el final de una dictadura y festejar la llegada de unos tiempos de libertad que han llevado a este país a unas cuotas de desarrollo económico y social inimaginables en los tiempos de Franco. Todo ciudadano español tiene derecho a recuperar la memoria de sus familiares represaliados durante la tiranía franquista. Y todas aquellas personas que fueron fusiladas y arrojadas a las cunetas se merecen un sentido homenaje, una firme condena de los hechos y unos minutos de reflexión de por qué se llegó a semejante barbarie.
Pero la pregunta que surge es sobre la conveniencia de poner el franquismo en el primer plano de la cosa política, cuestión a la que Sánchez nos ha acostumbrado desde que es alguien en el panorama español.
En una encuesta publicada en el mes de septiembre se revelaba que una cuarta parte de los jóvenes españoles veían con buenos ojos vivir bajo un régimen autoritario. Al mismo tiempo, tenemos datos más que claros (la relevancia parlamentaria de Vox, el principal) que nos hacen ver que nos encontramos en unos momentos en los que ha crecido considerablemente la nostalgia franquista. ¿De verdad ha servido de algo la pedagogía que ha pretendido hacer Pedro Sánchez poniendo en el primer plano al dictador?
La realidad es que lo único que se ha conseguido es polarizar la sociedad española y poner en el escaparate una opción que fue terrible en su tiempo y que ahora un sector de la población que no la llegó a conocer la ve con acierta amabilidad. No cabe duda de que hablar de Franco moviliza a un sector de la izquierda. Lo mantiene en tensión. Pero no es menos cierto que a aquellos a quienes repelen las formas de hacer del actual presidente del Gobierno y a quienes están enojados con el mundo porque las cosas les van mal o, simplemente, no les gustan, les ponen delante una moto (terrible, eso sí) que algunos sin sólidos principios democráticos acaban comprando.
Por otro lado, el recurso frecuente a Franco que ha evidenciado Pedro Sánchez denota una falta de argumentos políticos que repercuten en una sociedad que se pasa el tiempo dando vueltas a los mismos asuntos y que se ancla en el pasado, cuando vivimos un claro momento en el que hay que mirar hacia el futuro, so pena de quedarnos rezagados en un mundo que vuela a la velocidad de la luz.