«Mondariz Balneario: caramba con don Enrique, vaya sueño realizado»

OPINIÓN

Jose A. Prada

31 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

En el centenario de la creación del Concello de Mondariz Balneario

Mondariz Gran Hotel, una idea aparentemente ilusa pero que conmovió desde ese instante, producto de las neuronas de don Enrique Peinador, cuyo ADN se alineó con la gesta de los genios originando una historia que muchos años después creó multitud de opiniones, logos, revistas, diarios, libros en papel cuché, y a los pájaros, curiosos de tamaña algarabía, les dio por anidar en los árboles frente a ese su ya Gran Hotel.

Desde su estatua sedente, con gesto muy elegante, con su barba encanecida y mirada singular, ve a la gente pasar y todos los caminantes piensan: caramba con don Enrique, vaya sueño realizado, vaya proyecto sin par. Le miran generaciones de gallegos, madrileños y del resto de la Península, también contemplan su figura ingleses, americanos y ciudadanos del mundo que, como si hubiese un camino que compite con Santiago, acuden a esas dos fuentes de un agua tan especial que cura enfermedades con efecto milagroso, Gándara y Troncoso, y también a respirar ese aire tan sano, tan puro y transparente.

Don Enrique, en ese enclave pequeño, Mondariz Balneario, cuyo concello cumple ahora 100 años, hace tiempo, mucho tiempo, pasó a ser patrimonio de aquella humanidad que sabe admirar al prócer, al empresario genial, al hombre que siempre tuvo, desde que empezó a andar, un gran amor a Galicia, y que se dedicó a engrandecer su memoria, no solo a crear riqueza material. Y esta es la frase que se me ocurre —sí, a mí, tu querido bisnieto— y proclamo a voz en grito: «Viva Enrique Peinador, vela por mí y por nosotros, pues toda la familia, con voz acompasada y tonal, proclamamos por doquier que has sido siempre nuestro orgullo, nuestra meta principal, y seguiremos tu huella caminando en libertad». Rafael de Rueda Escardó Peinador. Madrid.

O idioma galego

O idioma galego é unha lingua rica en historia e cultura, pero atópase nunha situación de desigualdade. Moitas veces é desprestixiado e ridiculizado, o que leva a que moita xente deixe de usalo na vida cotiá. Este abandono non é casualidade, senón o resultado de anos de prexuízos sociais, presións culturais e unha falta de apoio institucional que contribúen á súa perda de prestixio. Se queremos que o galego teña un futuro, é esencial recoñecer o seu valor, fomentar o seu uso con orgullo e evitar, ou mesmo prohibir a súa ridiculización, cando menos en medios de comunicación públicos. José A. López. A Coruña.