El riquísimo y servil Mark Zuckerberg, dueño de Meta (Facebook e Instagram), ferviente adorador de Trump, va a darles la patada a los verificadores que velaban para que sus redes no fueran una autopista para el contenido falso y las estafas de todo tipo y pelaje.
Cuando Zuckerberg dice que relaja los controles y «reduce la censura», falta a la verdad. Lo que está haciendo es hacer más vulnerables a los usuarios. Para comerse bulos, para creerse imágenes falsas y para ser víctimas de delitos.
Informarse en las redes nunca fue una buena idea. Son plataformas que adoran la rentabilidad. No les importa la calidad o la veracidad. Si algo da tráfico, lo privilegian, aunque sea falso y a cambio estén incendiando un país o generando una campaña de odio.
Del Twitter que cerró la cuenta a Trump (vuelve a hacer de «hombre loco» como en el 2016) por alentar un golpe de Estado hemos pasado al X de Musk, que alzaprima mensajes ultras, amenaza a las democracias y pone como enemigos a los medios de comunicación.
¿Se operarían ustedes en la trastienda de una peluquería o un salón de uñas? Pues lo mismo vale para la información. Si no quieren vivir en un «mundo sin hechos» (expresión certera acuñada por María Ressa, premio Nobel de la Paz), desconfíen de las redes y sus algoritmos tramposos. Naveguen de forma consciente y activa. Sean críticos. Prescindan de los intermediarios tóxicos. Y, por favor, lean las noticias en los sitios que las elaboran y responden por ellas. Para controlar los excesos de las plataformas social media, solo tengo una receta: regulación, regulación y regulación.