La Caixa, de la que soy cliente, administra mis deudas. Quizás fuese por eso por lo que la entidad de ahorro catalana me envitó a la inauguración de la exposición O Bosque celebrada el pasadó miércoles, día 6, a la una de la tarde en la Alameda de la capital ourensana. Cuando llegué, a la hora que marcaba mi invitación oficial alojada en mi bolsillo izquierdo, el vigilante jurado no me dejó entrar. «Están los políticos dentro», me anunció. Le agradecí la advertencia porque llevaba dinero en la cartera. Después de la sonrisa cómplice entre los dos, me marché del lugar. Si a mí me invitan a un acto, voy a hacer bulto, de morrallita; no voy a colocar una bomba. Los políticos, a los que voté, me excluyen; no quieren mezclarse con el populacho; «bastardos, no», parecen querer decir. Aún no se enteraron de que los ciudadanos estamos orgullosos de que ourensano puede ser cualquiera. Entre el populismo de Manuel Fraga y el burocratismo tiquismiquis excluyente, escojo la decencia. ¿Nos temen o nos odian? ¡Nos desprecian! Al vernos, les entra el desasosiego de saberse traidorzuelos a sus gentes, a sus vecinos. En cuanto les das un carguete se hacen secta, se vuelven gueto. ¡Pero Ourense no es Varsovia!. La exposición de la entidad de ahorro, por cierto, me cuentan que es un cañón de exposición. Para una provincia que ya solo es monte, tercera edad y burócratas, La Caixa dio en la diana. Pero no debemos hacernos demasiadas ilusiones. Los políticos de la provincia vieron la exposición pero no van a pasar de ahí. Sus mentes y sus objetivos los tienen en otras cosas, bastante alejadas del bosque.