No fue en el espectacular estadio Luzhniki de Moscú, ni siquiera en esa virguería de la arquitectura, el Fisht de Sochi. Bajo el sol de un 17 de junio, fue el coliseo rojillo de O Couto el que volvió a superar la cota de los dos mil espectadores, con televisión en directo y en pleno Mundial, para disfrutar del duelo decisivo de la Copa Diputación, entre la UD Ourense y el CD Velle.
No nos engañemos, esfuerzo y empeño innegociables, pero un muestrario balompédico que cada año se repite, porque a estas alturas de la película, la gasolina que mueve a cada equipo -amateurs ellos- es justita y no está el horno para florituras con el balón en los pies. Aún así, los más pacientes tienen premio y siempre se llevan a la boca algún detalle técnico como fue esta vez la pared de tiralíneas entre Rubén Durán y Luis González, con definición de este último al estilo del que pulsa un botón en la PS4 y coloca el esférico donde le da la gana.
Volvemos al escenario y, salvando las distancias, da gusto. Medio Velle y el fiel séquito que acompaña a los ourensanistas se merecían un gol para cada bando. O más. Y eso que alguno de esos hinchas vocacionales venía de ver a México mojarle la oreja a Alemania y se ajustaba los auriculares para conocer los detalles del patinazo de Brasil contra la neutral Suiza.
El año que viene, los unos en Tercera y los otros en Preferente. Que rule. Nuestro fútbol va a más. Otra vez con cuatro apuestas en la categoría nacional. Hay madera, porque hay afición. Y ahora, que ya se fueron de vacaciones, veremos de qué va el mundial.