He de confesar que siento cierto pudor al reconocer que acabo de leerme a mí mismo. Y lo hice utilizando el hemerográfico. El caso es que disfruté el pasado domingo con otra carrera impecable -y llena de barro- de Iván Feijoo para proclamarse por tercera vez consecutiva campeón de España sub 23 en la modalidad invernal, el ciclocrós.
Debajo del bote pronto brilló de inmediato la palabra «embarrado» y, en mi frágil memoria, sonó la alarma de otra columna, en la que titulaba de ese modo una de las hazañas a las que el alaricano me tiene acostumbrado. La cuento, fue su octava posición en un campeonato del mundo júnior, en Heusden-Zolder. En Bélgica, como tiene que ser si hablamos de ciclocrós y con sabor inconfundible a Fórmula 1 de antaño.
Recuerdo además -y eso no lo comprobé en ningún PDF- que, pocos días después, el olímpico José Antonio Hermida me dijo que se sentía orgulloso de brindar su nombre a una escuela deportiva, la de Maceda, de la que habían salido chicos como Iván. Y sin preguntarle, ni nada.
Hoy en día, ya van tres campeonatos nacionales sub 23 para Feijoo Alberte, profesional en el Nesta CX, mientras que aplica en sacar adelante su carrera de Medicina. Me tiene hasta nervioso por lo que pueda hacer en el próximo mundial a finales de mes. Más barro, es invierno, pero es que después volverá a la modalidad olímpica, al amparo de Coloma, igual que hace Pablo Rodríguez, el que abrió el camino. Y en la carretera, Carlos Canal hará otra de las suyas, con el Burgos BH. Vaya con la que montaron en Maceda, porque el camino está bien marcado.