![Luis Manuel Díaz, junto al filtro HEPA que tiene en su cafetería, Rincón Abierto en O Barco](https://img.lavdg.com/sc/v892n7MiwyHNnpwPAq109gcsJYA=/480x/2021/04/17/00121618659064578881667/Foto/OA18C2F2_132936.jpg)
El presidente del Colegio de Médicos pide ampliar los medidores de dióxido de carbono a toda la hostelería
18 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.La evidencia científica hace tiempo que refleja que la principal vía de contagio del coronavirus son los aerosoles y no el contacto como se creía en un primer momento. El peligro, por tanto, está en las gotas de saliva que quedan en el ambiente cada vez que respiramos, hablamos, cantamos o gritamos; más que en tocar una superficie en la que previamente ha posado su mano una persona infectada. Por eso, aunque la higiene de manos lleva siglos salvando vidas, los expertos apuestan más por controlar la calidad del aire que por abusar de los geles hidroalcohólicos para conseguir el control de la pandemia.
¿Cómo? Pues sabiendo cada vez que entramos en un local cerrado cuál es la calidad del aire en ese momento, y también durante todo el tiempo que estemos dentro. Y que, en caso de que la calidad empeore, se pongan en marcha mecanismos para revertir la situación. Es fundamental sobre todo en la hostelería, porque cuando bebemos o comemos nos quitamos la mascarilla. Y es entonces cuando dejamos nuestros aerosoles en el aire, o respiramos los que previamente han dejado otros.
En esta línea se basa la nueva obligación impuesta por la Xunta de colocar medidores de CO2 en los restaurantes. «Tuvimos una reunión con el conselleiro de Sanidade y le felicité por la decisión», explica José Luis Jiménez, presidente del colegio de médicos y miembro de un equipo multidisciplinar formado por más de cien científicos que defiende la necesidad de poner el foco en los aerosoles como principal vía de contagio. Sabiendo que el virus viaja en esas gotas de saliva, hay que buscar la manera de hacer que caigan al suelo y no se mantengan en suspensión, dejando así de ser un riesgo.
«Es un gran paso controlar la calidad del aire en un lugar cerrado», dice. La nueva orden dictada por la Xunta recoge que los medidores deben estar en un lugar visible para el cliente, y que si la concentración de dióxido de carbono supera los 800 partes por millón entonces hay que renovar el aire (ya sea por ventilación natural o mecánica). «A partir de 800 hay que abrir la ventana y sacar gente; la calidad del aire es más importante que los aforos», dice Jiménez. Porque, señala, en un local grande con techos altos y una buena ventilación el riesgo del aforo es prácticamente inexistente. Eso sí, recalca que la ventilación tiene que ser constante. «Abrir y cerrar la ventana no vale, ventilación tiene que ser continua», señala Jiménez. Eso hace que las gotitas de saliva se vayan al suelo, y así nadie más las respira. Las más gruesas caen casi de inmediato y no más lejos del metro y medio (de ahí la distancia de seguridad en vigor desde el inicio de la pandemia), pero las más pequeñas pueden desplazarse mucho más, y mantener incluso en suspensión un rato.
En este sentido, el comité de expertos apuesta por la dotación de filtros HEPA cuando no sea posible la ventilación natural. «Hay espacios amplios y con buena ventilación en los que no es necesario tener un filtro HEPA, pero en locales pequeños y medio ocultos no quedará más remedio», dice.
¿Será el fin de los contagios? No. «Eso no quita que yo puedo infectarme si mi compañero de mesa está contagiado; pero no si está a 6 o 7 metros», explica Jiménez.
El presidente del colegio de médicos de Ourense alaba este primer paso (que en toda España solo Baleares dio antes que Galicia) pero cree que hay que ser más ambiciosos. «Debería llevarse a toda la hostelería; porque si es útil en restaurantes más será en los bares, porque hay más movimiento. Además, representan el mismo nivel de consumo, pero por lo general son más pequeños», dice. Entiende que es fundamental de cara a la desescalada y más ahora que vamos hacia el verano.
Pero no solo en restauración, los expertos creen que deberían utilizarse también en comercios y oficinas. En cualquier lugar donde se junte gente. En la sede del colegio médico tienen uno. Si hay una persona, la calidad del aire es buena, si entra otra ya sube, y con cuatro recomienda mejorar la calidad del aire.
«La gente valora que tengamos filtro de aire»
En la cafetería Rincón Abierto de O Barco de Valdeorras tienen filtro HEPA desde marzo del año pasado. Unos días antes del confinamiento, el local ya contaba con el aparato. «Sanitarios del hospital comarcal -situado a apenas un centenar de metros- nos lo recomendaron, diciéndonos que lo tenían en casa y estaban muy contentos», cuenta el gerente, Luis Manuel Díaz. Decidió probar, y asegura que está muy contento. «El filtro trabaja muy bien, e incluso cuando horneamos, se enciende automáticamente y quita humos, y polvo... Es maravilloso», relata.
Una banda cromática da los datos sobre la calidad del aire. Si está verde, la situación es buena. «Si se va a rojo, entonces significa que el aire está muy saturado», dice Díaz. Entonces el filtro trabaja con mayor potencia hasta que consigue volver a niveles que le permitan regresar al verde. «Cuanta más gente hay respirando, más se activa», señala. «También tenemos extracción forzada, pusimos de todo. Es una manera de tener el local bien y la gente lo valora», cuenta el hostelero.
Un coste de 300 euros
Explica que con el filtro -que anuncian en la cristalera del local- han ganado clientes. «Hay gente que nos dice que entra aquí porque lo tenemos», cuenta. ¿Cuánto supone de inversión? Pues depende del local. «Nosotros compramos uno que daba para 130 metros cuadrados, lo que supone el doble de lo que necesitábamos», dice. Fueron 300 euros.
Ver lo bien que funciona llegó a la madre del hostelero a comprarse uno para su propia casa. «Yo que soy fumadora, lo noto muchísimo», reconoce la mujer.
En una mesa de la cafetería, una pareja escucha la conversación y se interesa por el filtro. Pide entonces conocer más detalles sobre el sistema de purificación de aire.