Hace meses puse a prueba en repetidas ocasiones el Google Translate con breves textos en latín (porque, cómo no, también los «traduce») y me lo he pasado en grande viendo traducciones del motor de búsqueda más famoso (y de los más potentes) del mundo, que me recuerdan a las de los alumnos primerizos en el aprendizaje de esta lengua. Traducciones que se acaban colando en no pocos exámenes de latín, en los que, sin embargo, el que se lleva el suspenso es el alumno y no el traductor.
Es increíble la cantidad de gente que acepta cualquier traducción como buena, siempre que la obtenga a través de una herramienta con «marca» Google, etcétera. Pero, recordemos, los traductores automáticos no son responsables, ni siquiera conscientes, de colarnos malas traducciones. Tampoco la mayoría de nosotros sabe distinguirlas de las buenas. Y muchos no se dan cuenta de que casi nunca existe una única traducción posible correcta. Otras muchas veces me he encontrado en las redes citas con pretensión de cultas por parte de alguna personalidad política (la perla de la corona se la lleva errare humanismo est, solo superada quizá por el Carmiña Burana) y no puedo más que preguntarme hasta dónde seguirá esto, si habrá o no habrá límites para este universo de ignorancia autocomplaciente en el que, conscientemente o por metaignorancia, «revolcarse como un cerdo en la propia ignorancia», usando una expresión de Platón.
El latín y el griego llevan décadas en una espiral de menosprecio en España por un sector mayoritario de la sociedad y no digamos ya por las sucesivas leyes y autoridades educativas, sean del color que sean. Pero lo que estas personas olvidan, algunas conscientemente, es que seguimos usando la lengua latina día a día, por muy evolucionada que esté, y un enorme caudal de léxico griego. Y este último no solo en el lenguaje culto o técnico, donde el 90 % son palabras griegas, sino en muchas palabras de nuestro día a día como «tema», «teléfono», «período», «sistema», etcétera.
¿En serio alguien se cree que sin conocer estas dos lenguas un alumno de humanidades puede considerarse tal? Las materias clásicas obligan a un análisis y a una síntesis a fondo de los textos, ambos necesarios para obtener un sentido que no se manifiesta a primera ni a segunda vista, obligando a crear destrezas valiosas de comprensión de los textos. Textos que se componen de piezas ensambladas en un todo en el que cada una debe ensamblarse perfectamente con las demás. Si para comprender el presente es necesario conocer el pasado, ¿de veras se creen estas personas que para saber usar una lengua no ayuda conocer su lengua de origen, el origen de su léxico y el origen de su propia cultura? Pero mientras aquí ocurre esto, al mismo tiempo, en países como Reino Unido y Alemania el conjunto de la sociedad admira a los que cursan este tipo de estudios.
Daniel García Cancio es profesor de Griego en el IES Taboada Chivite