Pequeña gran ciudad

Ruth Nóvoa de Manuel
Ruth Nóvoa DE REOJO

OURENSE

Turistas en la estación de tren de Ourense
Turistas en la estación de tren de Ourense MIGUEL VILLAR

25 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Tengo una amiga a la que le entusiasma que en Ourense casi todo esté a diez minutos. O a menos. Acostumbrada a las distancias y las prisas de Madrid la escala de una ciudad como la nuestra se le antoja un lujo. Calles que son casi una sala de estar, patrimonio a la vuelta de cada esquina, buenos comercios o la posibilidad de comer bien y barato son solo algunas de las virtudes de este lugar en el que algunos nos empeñamos en vivir y al que le deseamos que pueda sobrevivir.

Y cuando viene alguien de fuera y alaba eso que nos ha dado por bautizar como calidad de vida, sentimos cierto orgullo. Pero yo no puedo evitar hacer una lista mental de las cosas pendientes. Es cierto que en una semana como esta, en la que hice de anfitriona, pude comer en un Sol Repsol, pasar por la tienda de Adolfo Domínguez para conocer la nueva colección, emocionarme con Juan Diego Botto en el Principal, disfrutar del solete en una terraza, pasear a orillas del río…

Planazos para los turistas que llegan a Ourense (por toda la provincia pasaron 44.000 en agosto) que, en realidad, podrían elevarse al cuadrado si la ciudad estuviera verdaderamente a punto. Bañarse en la piscina termal de As Burgas, tener A Chavasqueira al completo, un mejor acceso a la zona termal, contar con un hotel-balneario, tener nuestro propio mercado de San Miguel o las calles más limpias (porque, a mí que me perdonen, pero por mucho premio que nos den yo creo que se puede mejorar) redondearían la experiencia de quienes vienen a visitarnos y se llevan una sorpresa.

Mientras disfrutamos de ver, cada vez más a menudo, a grupos de turistas sumergidos en nuestra pequeña gran ciudad es importante no olvidar que se puede hacer más. Tanto como sacar pecho cuando nos dicen que Ourense merece la pena.