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Los espacios sonoros

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OURENSE

Pilar Cancio en la Sala de Arte de Roberto Verino
Pilar Cancio en la Sala de Arte de Roberto Verino MIGUEL VILLAR

«Background sounds» de Pilar Cancio en el Espacio de Arte Roberto Verino

24 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Y estaban en este.

«Cruzó lentamente, delante de nosotros / Dejándonos claro que había otros mundos». José Lameiras Vilanova.

Presenta Pilar Cancio en el Espacio de Arte Roberto Verino Sonoras, sinestesia entre lo visual y lo sonoro que se representa a través de la tinta sobre papel como instrumento vehicular de atmósferas emocionales, paisajes internos convertidos en lugares, sensaciones en localizaciones acústicas. Reverberaciones a modo de síntesis donde la percepción del espacio se entrelaza con los recuerdos, las resonancias y los vacíos de lo no dicho, que, sin embargo, no es silencio. El concepto de paisaje sonoro, acuñado por R. Murray Schafer y Simon Fraser, se forma a partir de la unión de las palabras sound (sonido) y landscape (paisaje), generando el vocablo soundscape; el paisaje sonoro es un ambiente sonoro, pudiéndose referir a entornos reales naturales o urbanos o a construcciones abstractas como composiciones musicales. El paisaje sonoro de Cancio se construye a partir de una materialidad inestable, una representación abstracta y simbólica de elementos escuchados más que vistos que establece, a través de un juego entre luz y sombra, lo inefable y la memoria, lo consciente y lo arbitrario, lo subconsciente y el azar para consolidarse en la superficie plástica de la piel del papel que se convierte en un lugar de exploración conceptual de lo fragmentado, en la encapsulación de un espacio de trascendencia convertido en orgánico, preservado en una burbuja que confina cada emoción, cada recuerdo, cada instante, para que no se contamine. 

La tinta como tatuaje, mancha el papel como técnica fundamental en Sonoras y se convierte en el lenguaje a través del cual Pilar Cancio expresa gran complejidad emocional y conceptual. Al ser aplicada sobre el papel, la tinta se comporta como un ente autónomo, maleable y transformador, que permite a la artista generar una atmósfera cargada de tensión y reverberante silencio.

Este medio tan fugaz como la propia percepción, se extiende sobre el soporte en formas irregulares, delineando vacíos, reservas y manchas que van más allá de lo figurativo, de lo intuitivo. La textura de la tinta sobre el papel genera una dimensión palpable de lo intangible, transformando el plano bidimensional en un espacio sensorial donde las resonancias del pasado, la memoria de los lugares y las experiencias personales se proyectan hacia la superficie, sugiriendo un paisaje sonoro suspendido en el tiempo.

Cada trazo, cada mancha, en Sonoras parece detenerse en el momento exacto en que el sonido se congela, donde la alteración del gesto, del curso interrumpido de la tinta, crea una suerte de pausa tensa que actúa como un punto de quiebre entre el movimiento y el silencio, entre lo oído y lo visto. 

Metáfora emocional

Esta técnica de la tinta, al ser sometida a la acción del agua y a la influencia del azar, se convierte en automatismo de indeterminación controlada, un proceso por el que los accidentes naturales del lenguaje se convierten en valores de carácter sígnico, en parte activa de estos psicopaisajes. Así, el agua, en su capacidad de disolver y expandir la tinta, genera manchas tan aleatorias como previstas, un diálogo entre lo estructurado y lo caótico. Encuentra en el azar un principio activo, donde lo impredecible se transforma en elemento formal, metáfora emocional transcrita en imagen, clairaudience o habilidad excepcional para captar los sonidos ocultos del entorno.

El azar se convierte en una fuerza liberadora que permite la materialización de lo emocional, dejando que aflore el subconsciente. Cada trazo es la concreción de un instante suspendido en la memoria, de una emoción, una sensación, un estado. Esta constante interacción entre la mancha y el albur genera una imagen que resuena en la mente como abstracción del entorno sonoro en pausa, un campo de resonancias donde la memoria, la experiencia y el paisaje interior se entrelazan. Llega a lo esencial en la negación del color. La mancha como un signo visual se convierte en el equivalente de una onda sonora, de una vibración emocional que se percibe no solo con la vista sino con todo el cuerpo, el viento del nordés.

Establece el concepto de resonancia como territorio emocional y afectivo. Una suerte de espacio suspendido, un paisaje sonoro y conceptual en el que las cicatrices de la memoria trazan un mapa psicoemocional que conecta al espectador con su propia experiencia y con los lugares que habitan su memoria. Podría observarse en relación con la obra de Eva Hesse o Ann Hamilton, respecto al espacio y la materialidad.