La aldea de Cartelle cobró un año más su venganza contra el cobrador de Felipe V
14 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Crítica social, humor y mucha fuerza y resistencia física. Estos ingredientes se unen todos los entroidos en las aldeas de Teixugueiras y Xinzo, en el municipio de Cartelle. El martes es el día grande. «Esto é tradición e enxebrismo», resumía ayer una joven cuando se le preguntaba por la fiesta. Y así fue.
La cita era al mediodía, pero esta no entiende de horarios. Como manda el entroido. Así que, cuando estuvieron preparados, salieron los jóvenes de pueblo con el carro tradicional sobre el que colocaron, bien atado, al meco. Un tronco muy viril que el día anterior prepararon, saliendo al monte y eligiendo aquel que por la forma y la fortaleza pudiera asumir lo que le esperaba.
En las calles empinadas de Teixugueiras no aparcan los coches la mañana del martes de entroido. Las marcas sobre el asfalto dan pistas de cómo pueden quedar si se tiene la mala suerte de ponerse en el camino del carro. Los vecinos, que saben lo que es sufrir un buen golpe, se agolpaban a los lados de las aceras buscando vías de escape. Y los que acudían por primera vez al lugar, corrían como pollos sin cabeza cuando veían que había movimiento junto al carro.
Los jóvenes de la localidad —muchos regresan todos los años por estas fechas— son los que llevan el peso de la fiesta. Y del carro. Se turnaron durante todo el recorrido en el que, además, encontraron zonas de avituallamiento. «¿Un pouquiño de auga?», preguntaba un hombre a los porteadores que pasaban a su lado. Una mesa con varios vasos y una jarra conformó la dieta de los corredores.
Tras dejar Teixugueiras y llegar al pueblo vecino de Xinzo, monte a través, regresó la comitiva. Eran los últimos kilómetros y los más duros. En la última cuesta del recorrido, justo antes de llegar a la capilla, volvieron a lanzar cuesta abajo el carro. Y este, con el meco, cayó sobre una leira. Allí esperaba una garrafa de vino, sin denominación de origen. Y usando un gran copón regaron al meco. Y también a algún otro que se coló en medio. El recorrido terminó junto a la capilla en donde esperaba, como no, una pulpeira.
Un año más, los vecinos de Teixugueiras se vengaron del cobrador que, según cuenta la historia, enviaba Felipe V para cobrarles los impuestos. Lo consiguieron un año más.