«El amor es uno de los motivos por los que los filipinos se vienen a Galicia»

María Doallo Freire
María Doallo OURENSE

SAN XOÁN DE RÍO

José Rodríguez, en su despacho, en el Consulado de Filipinas en Galicia, en Ourense
José Rodríguez, en su despacho, en el Consulado de Filipinas en Galicia, en Ourense Miguel Villar

El cónsul honorario de Filipinas, José Rodríguez, trasladó la sede a Ourense hace cuatro años

23 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

José Rodríguez (San Xoán de Río, 1950) admite que desde pequeño fue un niño inquieto y curioso. Le gustaba conocer todo lo que podía sobre los países a los que habían emigrado sus antepasados y disfrutaba leyendo y fantaseando con imitar los relatos de Julio Verne. «Soñaba con dar la vuelta al mundo», confiesa. En 1970 viajó a varios países de Asia y se quedó fascinado. Estudió Periodismo y se doctoró en Administración de Empresas. Fue delegado general de la Agencia EFE para todo el Sudeste Asiático y vivió en Filipinas durante cuatro décadas. Allí llegó a ser director del Instituto Cervantes. Hace unos años regresó a Ourense —toda su familia era de Trives— y aquí desarrolla su actividad como cónsul honorario de Filipinas en Galicia.

—¿Cómo terminó en Filipinas?

—Por dos cosas importantes: la profesión y el amor. Me casé con una filipina que conocí en España y además me nombraron corresponsal de la Agencia EFE en ese país, así que tuve el gran privilegio de ver en primera persona el cambio que se originó con la guerra de Vietnam, ya que yo me fui en plena posguerra, en 1977.

—¿Cómo describiría sus 40 años en Filipinas?

—Si miro hacia atrás creo que han sido cuatro décadas muy productivas en lo personal, incluso extraordinarias. Me permitieron ser un testigo de excepción en todo el devenir político, económico y social de Asia y del Pacífico. Llegué a un continente pobre, que empezaba a desarrollarse, y sin embargo me vine con uno que está totalmente en progreso, muy rico. Creo que ser testigo de todo eso ha sido fantástico. Allí tuve la oportunidad de saber manejarme como periodista y ganarme una buena relación con los principales líderes, los que estaban en el poder y los que estaban en la oposición. Eso tiene sus ventajas y sus inconvenientes porque hubo países en los que no era bien recibido. Al final las dictaduras no casan con la libertad de expresión e incluso llegaron a expulsarme de Brunéi.

—Hablénos de su día a día como cónsul honorario.

—Empecé hace cuatro años como cónsul honorario y una de mis iniciativas fue traer la delegación a Ourense. En el día a día hago cosas muy diferentes. Lo más importante que atiendo son temas de carácter administrativo como legalizaciones u autorizaciones. Luego está la parte económica, que es fundamental, ya que con mucha frecuencia vienen empresarios que quieren hacer negocios en Asia o ampliar su proyecto en Filipinas, y cuentan conmigo para que les asesore. Y por último me encuentro con turistas que vienen para que les informe y ayude a descubrir el país antes de emprender su viaje

—¿Cuáles son las tareas que realiza con mayor frecuencia?

—Lo más común es que esté trabajando en la parte de negocios, con empresas que quieren explorar el territorio, y también ayudando a los propios filipinos que necesitan asistencia en España.

—En Ourense, ¿cuál es el porcentaje de población filipina? ¿Y en Galicia?

—En Galicia viven alrededor de unos 1.500. En Ourense no tenemos unos datos concretos, pero yo calculo que serán sobre unas 250 personas y, aunque están empleados en distintos sectores, en hostelería hay un amplio porcentaje de ellos y muy bien considerados porque vienen muy cualificados en este sentido. Con la globalización el mundo ha cambiado y hace que salgamos mucho más de casa. Por eso un chico de una aldea de Allariz puede llegar a Manila y enamorarse de una filipina que conoce en su hotel y acabar los dos viviendo aquí. El amor es una de las circunstancias por las que los filipinos se vienen, pero hay cientos de ellas. También hay varios casos en la provincia de adopciones.

—¿Hay mucho turismo a Filipinas?

—Está empezando a florecer. Hablamos de un país que no ha tenido el impacto turístico que han tenido vecinos suyos como Tailandia. Ahora empieza a coger nivel y es precisamente porque ofrece distintivos únicos como sus zonas de buceo, que son de las mejores del mundo; playas que no están masificadas; y, por supuesto, su cercanía con España. Hay casi 350 años de historia común y eso se nota en la arquitectura, el patrimonio y la propia lengua. Aproximadamente un millón de filipinos hablan la lengua chabacano, que es un criollo del español. Además de otros puntos comunes como incluso en la comida, ya que allí se celebra con un buen lechón asado.

«Nuestra identidad es la misma, por eso al llegar a Manila te sientes como en casa»

José Rodríguez recibió la Medalla de Galicia en el 2002 y ese mismo año colocó en el centro de Manila un cruceiro que marca el inicio del Camino de Santiago desde Asia.

—¿Cómo entiende la sociedad asiática esta parte de la cultura gallega?

—Cuando pusimos el cruceiro, definitivamente allí no se conocía nada sobre el Camino de Santiago. El gobierno de Fraga me concedió la medalla y en la gala de entrega le pregunté qué podía hacer por Galicia desde tan lejos. Se me ocurrió que este símbolo podría crear un referente y la verdad es que tuvo cierta relevancia porque incluso está incluido dentro de las visitas turísticas a Manila. Ha ayudado mucho a conocer el camino e incluso ha incrementado el volumen de asiáticos que lo realizan.

—¿Qué significa ser una ventana de España en Filipinas?

—Muchísimo. Creo que los puentes unen y eso es lo que trato de ir sembrando yo, que tengo la doble nacionalidad. Pienso que ambos países debemos aprovechar la conexión que ha existido entre nosotros en el pasado y abrazarla para crear un futuro juntos. Tenemos todo en común. Nuestra identidad es prácticamente la misma, por eso un español cuando llega a Filipinas se siente como en casa. Desde su comida típica que, como decíamos, es el lechón, hasta las costumbres son comunes. Nuestras dos lenguas comparten miles de vocablos. Allí también dicen cuchara, mesa o vaso.

—¿Con qué frecuencia vuelve a Filipinas hoy en día?

—Suelo ir entre dos y tres veces al año. Ahora resido en Ourense para estar cerca de mi madre y encargarme del consulado, pero tengo una hija en Suecia y un hijo y un nieto en Madrid, que están actualmente con mi esposa.

«Le hice comer pulpo á feira a muchos presidentes de países asiáticos»

El diplomático se niega a jubilarse realmente, porque oficialmente ya lo está, ya que dice que su trabajo es una de sus pasiones. Tiene más.

—¿A qué le gusta dedicar su tiempo libre?

—Siempre digo que depende de donde paces haces una u otra cosa. No tengo demasiado tiempo libre, pero sí que me gustan bastantes cosas. Tengo una gran colección de periódicos y revistas filipinos en español que es anterior a los años 40, cuando deja de ser su lengua oficial. De hecho es tan grande que la Junta de Castilla y León ha hecho una exposición itinerante con parte de esos documentos y me encantaría que se trajese a Galicia. Tengo muchos libros antiguos escritos también en el viejo español de allí. Esa es mi parte literaria como experto. Y sigo escribiendo, ahora me estoy metiendo en un género nuevo para mí, la novela histórica, y vamos a ver cómo va. Me encanta el golf.Asisto a algunas cosas de carácter social pero trato de no aceptar demasiado porque lo que más me gusta es disfrutar con mi familia y, especialmente, con mi nieto. Mi vida está entre Madrid, Filipinas, Ourense y Trives.

—Si no hubiese sido Filipinas, ¿qué otro país le habría gustado como segundo hogar?

—Me fui muy joven, con 27 años, pero ya había vivido muchísimo, la verdad. Algunos antepasados emigraron a Filipinas y otros, como mi abuelo y mi padre, estuvieron en Cuba, así que creo que si no hubiese sido el primero, habría sido el segundo.

—¿Cómo conoció a su mujer, Lourdes Coching?

—Por casualidad. Ella es una excelente pintora, de hecho se encarga de hacer los retratos del presidente del país y de su familia. Vino a Madrid porque tenía una exposición y yo era el comisario de la misma.

—¿Su idea es regresar a Filipinas?

—No le pongo parámetros a las cosas y dejo simplemente que surjan. Echo de menos aquello porque realmente allí están mis amigos, pero es cierto que en este momento mi madre es el foco de mi vida y por eso estoy aquí. Tiene 95 años y quiero estar junto a ella.

—¿Qué se llevó de aquí a Filipinas y que traería de allí a España?

—Cuando llegué no, pero ahora allí hay de todo. Quizá lo que más mantuve de Ourense fue nuestro plato estrella. Le hice comer pulpo á feira a muchos presidentes de países asiáticos. Y me traería la personalidad que tiene el filipino. Es muy bondadoso, educado, respetuoso y sosegado.