Los entendidor aconsejan cenar bien para disfrutar de la marcha nocturna en esta localidad La sección «De paseo con...» cede su espacio habitual a «De marcha por...», un apartado semanal en el que un individuo, Alfredo como única seña, oficiará de guía. En sus rutas, los marchosos podrán descubrir alguno de los secretos mejor guardados de las «movidas» de Pontevedra y comarca. La primera etapa de este etílico camino transcurré en la capital provincial, en su polémico casco antiguo. Esta área se caracteriza, parafraseando a Los Suaves, por los numerosos «bares, pubs y discotecas». Por supuesto, como suele suceder siempre en estos casos, «no están todos los que son, pero sí son todos los que están».
31 jul 2000 . Actualizado a las 07:00 h.Siguiendo los consejos de alguno de los mayores expertos en el noble arte del salir de juerga, Alfredo recomienda afrontar la movida de Pontevedra con el estómago lleno. La ruta propuesta para hoy por este cicerone de la noche comienza en la calle Manuel Quiroga. Allí se encuentra el Arume, clásico entre los clásicos, cuyos bocadillos de calamares a la romana y de jamón asado acompañados por una cunca de ribeiro han calmado el hambre de varias generaciones de noctámbulos. Tal vez, no sea tan sofisticado como el Jaqueyvi _otra excelente elección_ o el Bocaito, pero merece la pena. Por desgracia han colgado el temible cartel de «Se traspasa». En esta misma calle se encuentra La Navarra, local frecuentado por alguno de los más alegres hinchas del Bilbao, o La Tienda de Clara, que recibe su nombre porque, hace años, existía un comercio en este emplazamiento cuya dueña se llamaba Clara. Su especialidad, señala Alfredo, son las cervezas de importación y los buenos caldos. La siguiente parada es un chupito de caña o de augardente de herbas en el Rebusco y una cerveza en O Porrón, posiblemente, aclara este guía, el bar más estrecho del casco. Si no es muy tarde, la opción ideal es O Salnés en la Rúa da Ponte. En su interior, el tiempo pasa entre alegres conversaciones y alguna que otra canción. Llega la hora de los pubs, sólo hay que cruzar la calle para entrar en el ADN, con menos de un año de vida ya tienen especialidad propia, las cucarachas. Ardientes chupitos para los y las amantes de las emociones fuertes que bien podrían ser subtitulados, apuntilla Alfredo, con el lema «atrévete a probar». Eso sí, son deliciosos. Subiendo por la calle del Barón, y tras «descansar» unos momentos en el Domus, se llega al CP 36, curioso nombre para uno de los locales más «hard rock» de la Zona. De este último hasta el Alma sólo hay un paso. En el interior de este pub, la cultura etílica y la decorativa se dan la mano, ya que fue pintado por alumnos de Bellas Artes. Y se llega a la plaza de las Cinco Calles, nudo de comunicaciones, en opinión de Alfredo, de la movida pontevedresa. En este punto, se presentan dos opciones _la tercera, la calle Charino, se comentará aparte_. Se puede subir por la calle Isabel II hasta el Campillo de Santa María, pasando por el Averno, o bien tirar por la calle San Nicolás en la que se encuentra el Etipalicual. En opinión del cicerone de la movida se trata de uno de los locales más inclasificables del casco antiguo. A ciertas horas, uno de sus dueños suele deleitar a la clientela femenina _y porque no, también, a alguna masculina_ con un divertido baile erótico con una o dos de las clientes más lanzadas, al que, a veces, le acompaña un streptease casi integral. La noche va pasando, los marchosos apuran sus penúltimas copas _nunca son últimas, aclara Alfredo_ en el Meigallo, cuyos precios no están nada mal _dos Dycola por seiscientas pesetas_ o en el Termita, local sui generis que, de cuando en vez, recibe la visita de alguna dragqueen. Asimismo, en sus cercanías se puede acudir a un pub recientemente inaugurado, El Desván de Los Lumiere. En su interior, aclara Alfredo, se puede disfrutar de una consumición en compañía de Marilyn Monroe, Bogart o el tiburón de Spielberg. Faltan escasas horas para que amanezca, es el momento ideal para acercarse hasta el Honkey Toon y jugar una amena partidita de futbolín. Aunque pueda parecer lo contrario, los contendientes aún mantienen más o menos intactos sus reflejos. La ruta nocturna por la movida de Pontevedra termina con Alfredo bailando en el Camawey a los ritmos más rockeros.