La actualidad dominó un espectáculo callejero en el que los pontevedreses ofrecieron otra exhibición de buen humor La imperial carroza del rey Urco dio comienzo al desfile y fue atacada por una lluvia de confeti y serpentinas disparadas indiscriminadamente por unos jovenes indios y vaqueros republicanos que intentaban erradicar esta monarquía de pega. De nada le valió a Urco, que terminó como un plato de spaguetti, clamar por la guardia civil, pues ésta se encontraba muy atareada más atrás reprimiendo con contundencia a unos moros que habían llegado con patera y todo al muelle de As Corbaceiras.
24 feb 2001 . Actualizado a las 06:00 h.Ajena al conflicto, una corporación municipal compuesta por una récua de acémilas contemplaba absorta a un despendolado rebaño de vacas locas que bailaban como si se hubieran tomado un tripi de alfalfa. A unos cuantos metros se celebraba la fiesta del milenio en una Plaza de la Herrería portatil. Y por no faltar, a la satírica reunión no le faltaba ni el cartel colgado en uno de sus edificios con la inscripción Pontevedra capital do carallo. Pero la comitiva tuvo que detenerse bruscamente obligada por las obras que «Jas Jalisia» decidió realizar sobre el convaleciente pavimento de la calle Benito Corbal. Ante los abucheos de la multitud, apareció la famosa presentadora Ana Rosa Quintana que, con negro y todo, se ofreció a informar de tamaña afrenta al Carnaval, mientras una legión de drag-queens ofrecían sus carnes pudendas a todo hijo de vecino. La colorida serpiente de comparsas e imaginación se extendía metros y metros entre casinos ambulantes, políticos, picapiedras, zorros, niñas de El exorcista, bebés de la tercera edad, malos de La naranja mecánica, fachas, demonios, indios, atrevidas monjas, un acuario... Y todo ello hasta el próximo viernes, mientras Ravachol aguante.