
El diseñador José Ortiz, vecino de Ponte Caldelas, convierte un kayak en el barco de vela más ligero y portátil
10 ago 2002 . Actualizado a las 07:00 h.Kayak-vela El que haya subido alguna vez a una piragua y haya remado durante horas, sabe lo dura que se hace la vuelta cuando empiezan a fallar las fuerzas. Entonces, el piragüista lamenta haberse alejado tanto y se pregunta por qué nadie habrá inventado algo para poder moverse y descansar a la vez los brazos. Ese mismo pensamiento tuvo un día José Ortiz, un diseñador de 47 años vecino de Ponte Caldelas, cuando volvía de una larga travesía por la Ría de Arousa. El resultado fue la creación del barco de vela más ligero, manejable y portátil de los hasta ahora existentes. Modo de empleo El diseño de José Ortiz consiste en un mástil desmontable con una pequeña vela, un timón de aluminio algo más largo que el de los kayaks convencionales y dos orzas (para los no entendidos, palas para que el barco no sea arrastrado por el viento) abatibles, situadas a los lados del casco. La idea es que también se pueda plegar las orzas y el palo, fijarlos al kayak y remar tranquilamente. Cuando el viento sea favorable y apriete el cansancio, el piragüista no tiene más que bajar las orzas y el timón y colocar el mástil. El trapo ha sido confeccionado por el taller de Ramón Alber y Julio Pousa, en Vilagarcía. Ellos aconsejaron a Ortiz en aspectos técnicos. «Yo ponía el palo muy a proa -explicó este último- y para quitarlo era muy complicado. Al final lo instalé más a popa para que pudiera colocarse desde la bañera, y tuve que alargar el timón, porque un cambio en la posición del mástil altera toda la navegación». Ortiz no suele comercializar sus diseños; sin embargo, algunos expertos que han visto al kayak aseguran que se podría explotar económicamente. Por 300 euros cualquier palista podría convertir su piragua en un barco de vela. El principal hándicap sería hacer las modificaciones en el casco para encajar el mástil y anclar las orzas, pero la operación podría realizarse en poco tiempo en cualquier taller. El peligro es volcar La falta de estabilidad de las piraguas es el principal inconveniente del prototipo. José Ortiz reconoció que el kayak, al ser muy estrecho y no tener quilla, es una embarcación muy inestable y que cualquier movimiento del ocupante puede hacerla volcar, pero aclaró que esa inestabilidad podría convertirse en una ventaja. «En una piragua -explicó- cuando te desplazas un poco, ya la inclinas, y enseguida haces contrapeso». Aun así, si por cualquier motivo, el kayak volcara con la vela puesta, las posibilidades de enderezarlo sin ayuda serían remotas. Ideal para escuelas Los primeros interesados en hacerse con el invento, según José Ortiz, podrían ser las escuelas y clubes de piragüismo. La mayoría de la gente que practica este deporte lo hace para competir. «Es un sacrificio que exige una disciplina y muchas veces se olvida el plano lúdico». «Sería una buena forma -añadió- de que los chavales descansasen un poco y pasasen un buen rato». El futuro de la artesanía Ortiz es diseñador y artesano, y lleva más de veinte años trabajando la madera y la forja. Aseguró que «la artesanía está en crisis», y que para sobrevivir debe encontrar su espacio, «sobre todo en la capacidad de adaptación a necesidades individuales, algo que la industria no puede atender». Cree que la artesanía «debe aliarse con la industria». «Los artesanos tenemos que colocarnos en el primer eslabón de la producción industrial. Diseñar e inventar, y si la idea es buena, adaptar los materiales a la fabricación en serie». Un prototipo es siempre artesanal; el kayak-vela de Ortiz está confeccionado con materiales reciclados, como el tubo de un aspirador, pero quizá dentro de unos meses se pueda encontrar en cualquier centro comercial e, incluso, en una gasolinera.