Praza da Ferrería Javier Fernández se ha colocado de nuevo detrás de la barra del primer pub que se abrió en Pontevedra y promete «recordar todo aquello que tanto agradaba al oído»
27 dic 2004 . Actualizado a las 06:00 h.?l fénix ya no es el único ave que muere para renacer de sus cenizas. El Albatros, el primer pub con el que contó la ciudad de Pontevedra, ha vuelto a abrir sus puertas tras casi tres decenios con continuos cambios de nombre y de propietarios. Al frente del proyecto se ha situado Javier Fernández, alma cultural del negocio desde sus inicios. Historia En diciembre de 1978, el Albatros comenzaba su gloriosa andadura y con él, una nueva concepción de local de copas. Por primera vez, un negocio de estas características organizaba exposiciones de pintura, espectáculos de magia -caso del mago Antón- o escenificaciones teatrales. Era el sueño hecho realidad del propio Javier Fernández, quien junto con Tino Domínguez y Andrés Puga, animaba la noche pontevedresa. Allí expusieron un entonces desconocido Antón Sobral o «por primera y única vez tocaron juntos Toti Soler y Pi de la Serra», rememora Javier. Renacer La semilla estaba plantada. A su estela, y al cabo de unos meses, surgían otros establecimientos en la ciudad como La Cabaña o el Universo. Pero el Albatros hizo honor, en parte, a la especie de la que toma el nombre. Desechando todo simbolismo marinero que le atribuye ser un animal de mal agüero, el albatros «es el ave marina más grande y la única que puede ver las tormentas», explica. Esto es así, precisa Javier Fernández, porque es capaz de sobrevolar por encima de las nubes mientras éstas descargan y no desciende hasta el agua hasta que el tiempo se ha calmado. Tal cual este pájaro, el Albatros sobrevoló todo tipo de prejuicios sociales y fue galardonado con el Premio Ciudad de Pontevedra «aos valores artísticos». Y es que las exposiciones, los conciertos, los espectáculos cumplían y siguen cumpliendo -ahora cuenta con una muestra pictórica de Armando Guerra- una doble función. Por un lado, había una clara pretensión económica y de dar a conocer el local, pero también servían para promover a un determinado artista o grupo. De hecho fueron innumerables los que se dejaron caer por el escenario pontevedrés. Desde Barón Rojo hasta Niebla, pasando por Ángel Celada Trío o grupos de música celta. Eran tiempos en los que para que una actuación llegase a resultar viable se organizaba un circuito por otros establecimientos de Santiago -Tamboura-, Vigo y A Coruña. «La única manera de traer a estos grupos era concertar varias actuaciones en distintas ciudades, pero próximas entre sí, y en pocos días». No eran estos los únicos alicientes del Albatros. Una de sus principales bazas, incluso más que el hecho de fomentar a artistas locales o de montar conciertos, era la música. Lo que sonaba en el local no era fácil de escuchar en España. Todo tipo de vanguardias y estilos que hoy se consideran, más o menos, habituales tuvieron su puesta de largo en Pontevedra en este conocido establecimiento. De hecho, el secreto de Javier Fernández es que se valía de un amigo que le traía los discos directamente desde Estados Unidos. Así, ha conseguido reunir una discoteca donde se pueden encontrar todo tipo de joyas y colecciones ya descatalogadas en toda Europa. Y si el vinilo y la caja de discos siguen estando presentes en la cabina del pinchadiscos, Javier, como el mismo afirma, no se ha quedado anclado en el pasado. Ahí está, para atestiguarlo, el reproductor de discos compactos con el que también cuenta. Esta nueva etapa comienza salpicada de anécdotas. Así, no es raro que alguna mujer, cliente del local durante su primera época, acompañe a su hija para descubrir el lugar en el que conoció al que hoy es su marido o «donde se metieron mano por primera vez». Estas primeras semanas de reencuentro con los antiguos clientes, sonarán primordialmente los acordes de los grandes temas de los setenta y ochenta, «para recordar aquello que tanto agradaba al oído», sentencia Javier Fernández.