Homenaje popular al Yeti

La Voz

PONTEVEDRA

REPORTAJE FOTOGRÁFICO DE CAPOTILLO

Praza da Ferrería Unas doscientas personas se despidieron el martes por la noche calurosamente de Celso Guerra Álvarez, ante cuya vivienda depositaron flores y velas encendidas

15 feb 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

Pasaban varios minutos de las diez de la noche del pasado martes, cuando la plaza de las Cinco Calles comenzó a llenarse de gente ansiosa de decir el último adiós a Celso Guerra Álvarez, el Yeti. En su manos, muchos portaban velas encendidas y flores, aunque también hubo que regó el homenaje con alcohol: «Seguro que el Yeti lo hubiera preferido así», apuntó uno de los asistentes. La marcha De la plaza a la que fue la última morada de Celso Guerra apenas habrá una treintena de metros, distancia que las cerca de doscientas personas que acudieron al homenaje recorrieron bajo los sones de gaitas y de gritos de «¡Viva el Yeti!». Al frente de la comitiva, Rafael Pintos, quien fue el encargado de leer una sentidas palabras en honor del fallecido. Allí también se dieron cita, entre otros, el pintor Manolo Moldes, el músico Carlos Gustavo Almeida, su homólogo Rafa Carballo, la secretaria de la Cámara de Comercio Charo Lorenzo Pontevedra, la abogada Mónica Laredo o el historiador Enrique Sotelo. «¡Un pouco de respeto!», le espetó un amigo del homenajeado a una mujer que no dejaba de hablar mientras Pintos recitaba. «¡Al Yeti solo», fue la respuesta. Gritos El destino le quiso jugar una mala pasada a Celso Guerra incluso en una noche tan especial. «Un antimadridista convencido», en palabras de uno de sus amigos, tuvo que escuchar saliendo de los bares próximos cómo los clientes coreaban el cuarto gol merengue. Pero ni por esas pudieron doblegar su espíritu. Los «aupas» y «vivas» apagaron los goles blancos y el Real Madrid quedó apeado de la Copa del Rey por el Zaragoza. Brindis al aire con Estrella Galicia. Un caja de botellas de vino vaciadas antes del homenaje en honor del difunto. Golpes en la puerta de su casa al tiempo que se exclamaba «Yeti, resucita». Pero Celso no creía en la reencarnación, a no ser en la que hace más de una década pregonó Extremoduro en su Jesucristo García. Canciones Los asistentes comenzaron entonces a dejar ante la puerta de la que fue casa del Yeti, en la calle Isabel II, las velas y las flores. Celso pudo disfrutar aún de una última fiesta. La gente, como no podía ser de otra manera, entonó, entre aturuxos y aplausos, A Rianxeira, que fue seguida por otras canciones del folklore gallego. Muchos aprovecharon para recordar algunas de las numerosas anécdotas protagonizadas por este entrañable pontevedrés, cuya imagen más de uno no dudó en imitar colgándose una larga y afilada barba postiza.