César Rincón se fue de vacío, mientras que los otros diestros cortaron dos orejas cada uno José Ortega Cano fue ovacionado por el público y vio los toros desde la barrera
05 ago 2006 . Actualizado a las 07:00 h.?a primera de feria del 2006 fue desigual. Hubo que esperar a los segundos toros para que el público se pusiera en pie. No por manida será incierta la frase de no hay quinto malo. Que se lo digan si no a Enrique Ponce, que a pesar de su empeño con su primer astado, Lanzador, fue Impostor el que le dio el triunfo: dos orejas y una espléndida ovación de una de las aficiones que más le quiere. Dio espléndidos capotazos, se exhibió con la muleta y retó al toro de espaldas y arrodillado en varias ocasiones. Ponce toreó en el centro y se lució. Sabe como pocos cómo sacar partido a su contrincante. Y en la estocada no falló. El castaño bocidorado de 520 kilos también murió en los medios con una estocada certera. No ocurrió lo mismo con su primero, ya que aunque se exhibió con la muleta en una gran faena en la que puso más el torero que el toro, falló estrepitosamente a la hora de matar, pinchando hasta en seis ocasiones sin éxito al astado. Aún así, el respetable reconoció su elegancia torera con un aplauso. El Cid también se llevó dos orejas en su segundo toro, Talaverano, un colorado de 550 kilos al que le arrancó lo mejor con una espectacular serie de naturales. No en vano este matador tiene una especial destreza con su izquierda. Desplantes A medida que iba avanzando la faena, el torero se creció y le hizo varios desplantes al toro, tirando incluso la muleta. También optó por llevarlo a los medios. Al igual que Ponce, su primero se le complicó. Galeno parecía necesitar con urgencia algún remedio en sus manos, donde claramente fallaba. A pesar de que hizo lo que pudo con él, el astado no tenía fuerza e incluso era peligroso, y para matarlo, precisó de hasta tres pinchazos, el último al centro. Quien se fue de vacío en esta primera de feria fue el colombiano César Rincón, quien a pesar del apoyo desde los tendidos con banderas de su país, no tuvo suerte con ninguno de sus dos morlacos de la ganadería jienense de Román Sorando. El primero, Perrillero, salió manso y el matador se tomó su tiempo para darle un respiro. Su buen hacer le permitió, a pesar de todo, que el astado entrara a la muleta en varias ocasiones, pero pocas. Y el segundo, Danzarín, también le falló. El colombiano le rindió su pequeño homenaje a su compañero José Ortega Cano brindándole este toro, que mató a la primera, pero que se resistió a caer en el albero. Por cierto que Ortega recibió una gran ovación del público sin necesidad de vestirse de luces. El torero, de riguroso luto por la reciente muerte de su esposa, Rocío Jurado, correspondió y salió a saludar a la afición pontevedresa. Al final, los que salieron a hombros fueron Enrique Ponce y El Cid, a quienes el presidente de la plaza no tardó mucho este año en conceder los triunfos que les permitieron abandonar la plaza por la puerta grande. Manuel Jesús Cid se emocionó hasta el punto de besar la arena del coso de San Roque en su despedida. También Ponce agradeció el apoyo del respetable con un sinfín de gestos.