Los rumanos residentes en Galicia no lo tienen fácil para cumplir con sus preceptos religiosos. No tanto porque carezcan de templo, que también, sino porque aquí no hay un solo sacerdote ortodoxo. Solo el empeño de la Asociación de Inmigrantes Rumanos que preside Mircea Drosu, posibilitó ayer el primer bautizo ortodoxo de la provincia y el tercero de Galicia. Ha sido necesario cuadrar las agendas de Florin Nocolae Goia, el sacerdote, que viajó desde Asturias donde reside; de la familia de la joven bautizada, Victoria Vasile, que vive en Pontevedra, y de la parroquia viguesa de San Pablo, donde fue la ceremonia. Un trabajo logístico nada desdeñable, que volverá a repetirse dentro de unos días, ya que hay al menos otros seis niños en la provincia que esperan ser bautizados. Los rumanos confían en que el encuentro que antes de la ceremonia, mantuvo Florin Goia con el obispo, José Diéguez, se traduzca en la inmediata asignación de un templo en el que poder oficiar sus ritos. Es el primer paso para que su obispo, Timotei Lauran, residente en Madrid les asigne un preot (sacerdote).
Hay algunas similitudes entre un bautizo católico y uno ortodoxo, pero también diferencias. Una es su inusual duración de más de una hora. «Nuestros ritos son todos largos, el oficio religioso semanal dura hora y media», explica el sacerdote. Desde el momento en que Victoria Vasile, flanqueada por Nadia y Florin, los padrinos, se descalzó, el sacerdote inició una lista interminable de lecturas. La mayoría en rumano, pero también alguna en español, especialmente cuando pidió por «el bienestar de las santas iglesias de Dios» y «por su majestad Juan Carlos y la Reina Sofía».
Entre cántico y cántico, el sacerdote empezó por ungir a la joven con aceite en la frente, el pecho, la nuca, las orejas, la parte interna de las muñecas y los pies, haciendo tres cruces en cada zona. Llegó luego el momento de dar tres vueltas al altar de la mano de los padrinos y, por fin, de verter el agua sobre la cabeza, de la que el preot fue cortando varios mechones antes de cubrir a Victoria con una toalla blanca a modo de velo.
Como los ortodoxos realizan tres ritos en uno, tras el bautismo, se pasa a la comunión y la confirmación. La recién bautizada, tenga la edad que tenga, se cambia de ropa. Se escenifica así, según explicó el sacerdote, que ya forma parte de la Iglesia Ortodoxa Rumana. La comunión se recibe con cucharilla. Antes de bendecirse, se empapan en vino unas migas de pan. «No me falta nada más en mi vida», afirmó Ángel Vasile, el padre de Victoria cuando remató la ceremonia ante la atenta mirada de su mujer, Georgiza. «Es todo muy complicado», respondió a los que querían saber por qué habían esperado doce años para bautizar a su hija. Vive desde hace cuatro años en Pontevedra, pero hasta hace un año no pudo reunir a toda la familia.
Al acabar, y mientras los padrinos repartían bombones y galletas entre los invitados, Florin Nicolae Goia se acercó a Guillermo Juan Morado, sacerdote católico de San Pablo, para agradecerle su colaboración. Le regaló un frasquito de mir, una mezcla de aceite de oliva y 50 plantas aromáticas que los obispos ortodoxos bendicen una vez al año y que los fieles reciben una vez en la vida. Amén.