Los motes y apodos pontevedreses

PONTEVEDRA

Días Lema recopiló en un libreto publicado por el Museo cerca de un millar de sobrenombres ingeniosos de la sociedad pontevedresa, que todavía se recuerdan

27 dic 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

En muchos pueblos y ciudades, los motes o apodos llegaban a sustituir antiguamente al nombre original de las personas, y familias enteras eran más conocidas por el sobrenombre que por la identidad real. Pontevedra no podía ser menos, aunque en esta comarca la zona de O Morrazo y localidades como Marín se llevan la palma. En cualquier caso, los apodos forman parte de la cultura popular y de la pequeña historia social.

El doctor Antonio Días Lema, investigador de esa pequeña vida local, recogió en una separata publicada por el Museo Provincial en 1994 un interesante trabajo sobre los motes pontevedreses, en el que aparecen personajes entrañables y emblemáticos, muchos de ellos desaparecidos, pero difíciles de olvidar y que todavía permanecen en el recuerdo de muchos ciudadanos.

Durante algún tiempo y con la colaboración de buenos amigos, Días Lema recopiló alrededor de un millar de apodos que proceden del Burgo marinero, del deporte, de la afición taurina, de la medicina, del comercio, de la abogacía y también de la prostitución. Y lo hizo como «un recuerdo cariñoso» a todos los citados.

Origen de los sobrenombres

Según explica el autor, normalmente el apodo surgía en el cabeza de familia y por lo general se transmitía a los demás miembros, aunque hay excepciones, ya que había familias en las que había un mote como denominador común, pero alguno de sus componentes tenía el suyo específico.

El apodo Alcume era el título con el que la sabiduría popular designaba a ciertas personas para diferenciarlas y definirlas de una manera ingeniosa, haciendo su caricatura social, basándose en su origen, su oficio, sus actuaciones o en algunas peculiaridades personales, tanto físicas como psíquicas.

Por lo que general, a los inmigrantes ya los apodaba su lugar de origen: Maño, Monfortino, Asturiano, Portugués. Este último, era el padre del propio Días Lema, que tenía un taller de reparación y venta de bicicletas en García Camba.

Pero también cita el caso de un distinguido convecino, al que por su porte y actitudes germánicas le llamaban El Alemán. El nombre comercial también apodaba a su propietario, como Cerra, Gales o California. Pero el caso más singular que se cita en el libro de Motes Pontevedreses es el de Juanito Entra y Verás.

Cuenta Días Lema que cuando en una relación amorosa, se faltó al supuesto compromiso, la sabiduría popular apodó al protagonista como Alta Traición. Y también eran frecuentes las referencias a la virilidad, sobre todo las que aludían a las dimensiones peneanas: Non a ten, Comeulla o porco o Sete patacos. Este último apodo surgió, al parecer, como resultado de un concurso de longitud y el vencedor midió siete patacos de cobre.

Curiosidades

A un caballero que que siempre paseaba con su fusta en la mano lo apodaron Mi caballo murió. Y hubo un gobernador civil que dijo en una ocasión: «Tardo en obras, pero cuando lo hago, lo hago duro», al que acabaron llamando El Estreñido.

En el mundo de la política también hubo un alcalde que se caracterizó por su inoperancia y era conocido como Reloj parado.

A los carteristas amigos de lo ajeno se les denominaba Moinantes. El decano era don Adolfito y entre sus alumnos más destacados figuraban Cuatro ojos y Gabechos, que eran capaces de quitar una cartera aún apercibiendo al sujeto.

En el mundo marinero a los que permanecían mucho tiempo en tierra se les apodaba Cagotes y a los que no salían a pescar fuera del puerto se les llamaba Os do caldo, porque no querían dejar de comer el caldo en casa.