Ser o no ser: esta es la cuestión. Y la cuestión del Teatro con mayúscula es que en Pontevedra, sobre todo cuando se refiere a teatro clásico, el público da un paso adelante, llena los auditorios y se complace con el Gran Teatro. Así ha ocurrido con la representación de Hamlet, de William Shakespeare: poeta y dramaturgo inglés, fallecido el mismo día que nuestro Miguel de Cervantes (23-4-1616) y como probablemente ocurrirá con las representaciones de Don Juan. El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina y Fuenteovejuna, de Lope de Vega, programadas las tres por la Obra Social de Caixanova en nuestra ciudad.
Hacia 1599, Shakespeare escribe su más grande tragedia, quizá la mayor tragedia jamás escrita, bajo el título de Hamlet, Príncipe de Dinamarca, estrenada hacia 1603. Respecto a su reciente interpretación en Pontevedra, en la dramaturgia de la obra realizada por Borja Ortiz de Gondra y de Juan Diego Botto (este último, director y protagonista) se utiliza la versión de Leandro Fernández de Moratín (primera realizada al español y la más consagrada). De Hamlet existen muchas concepciones escénicas, sin embargo la de Botto tiene un signo diferenciador: El protagonista no es un joven romántico que sufre atormentado por el asesinato de su padre, con una calavera entre sus manos; el personaje de Botto está sumamente dolido e indignado y no quiere venganza, quiere que se sepa la verdad de la muerte de su progenitor, quiere -ante todo- justicia. Y la fuerza que le impulsa este sentimiento quizá emane de su propio drama personal. Hasta la fecha no ha encontrado a los asesinos de su padre, ni tan siquiera el cadáver de éste, desaparecido en la dictadura Argentina en 1977, cuando Juan Diego Botto tenía solamente dos años. Según sus palabras, al respecto dijo: «Nunca hablo de venganza sino de justicia?»
En síntesis, la trama de esta obra maestra de la literatura universal es la siguiente: El irresoluto y melancólico príncipe Hamlet es conjurado por el fantasma de su padre para que le vengue de su hermano Claudio que, después de asesinarle, se casó con la reina viuda (madre de Hamlet). Obcecado por la venganza, el príncipe menosprecia el amor de Ofelia, por la que se sentía muy atraído. Accidentalmente mata al padre de ésta (Polonio) y mientras Ofelia se suicida arrojándose al río, da muerte en un desafío involuntario al hermano de ella (Laertes) y, a su vez, cae mortalmente herido por éste. La reina (Gertrudis) bebe un vino envenenado destinado a Hamlet, el cual antes de morir consigue acuchillar a Claudio, el asesino de su padre. Toda una auténtica tragedia.
Respeto
En nuestra opinión personal, el «ser o no ser» de una obra de esta categoría no debiera modificarse ni un ápice la intención de su autor: Ni extractos, ni versiones, ni concepciones modernistas, ni virtuosismos de protagonistas, etc. «Esta es la cuestión»: Al genio, lo que es del genio y sobre todo, respeto.
Muy bien los medios técnicos empleados, tanto en luminotecnia como en proyecciones. Aceptable el concepto escenográfico. Trece actores se han repartido 24 personajes. Merecen ser citados: Juan Diego Botto en el rol principal de Hamlet (príncipe de Dinamarca, sobrino de Claudio e hijo del difunto Rey Hamlet), interpretación un poco blanda y con miras al protagonismo personal; Luís Hostalot como Claudio, el nuevo rey de Dinamarca; Marta Etura en el papel Ofelia (hija de Polonio y enamorada de Hamlet), con un buen registro interpretativo pese a su endeble voz; Nieve de Medina como Gertrudis (Reina de Dinamarca y madre de Hamlet); Vicente Gisbert como Polonio (Gran Chambelán y padre de Ofelia y Laertes); Emilio Buale en el papel de Horacio (amigo fiel de Hamlet) y Juan Carlos Vellido como Laertes (Hijo de Polonio y hermano de Ofelia). Todos ellos rayaron a gran altura en los principales papeles. La interpretación de los demás actores, a buen nivel. Buen teatro y excelente obra, muy aplaudida.