La zona vieja se convierte en la protagonista de las visitas guiadas, que se realizan dos veces al día en la ciudad de Teucro, a las 11 de la mañana o las 19 horas. El precio es de 2,5 euros, aunque para los menores de 12 años, la visita es gratuita. La sonriente guía del camino, Charo Martínez, da la bienvenida al grupo formado por turistas de diferentes partes de la Península. A veces, se incluyen extranjeros pero de esta vez, se encuentran una pontevedresa y su hijo, Begoña Davila y Paolo Seoane. «Vivo en Pontevedra desde hace 20 años y todavía hay cosas que desconozco. Vengo por mi hijo, porque quiero que él aprenda lo que nos rodea».
La ciudad dispone de varias plazas, todas ellas con su encanto y su historia particular. La plaza de Orense es el comienzo de la travesía. Cuentan que antiguamente no existía, sino que era un alargadero donde se colocaban los afiladores y paragüeros para reparar el material estropeado de los vecinos. Parece ser, que en las diferentes plazuelas de la ciudad se reunían los gremios de la época. Éste es el caso de la conocida Ferrería, de la Verdura o de la Leña. La guía prosigue el recorrido y los visitantes se extrañan ante las frases que aparecen escritas por las calles. «Antes, en el suelo vi escrita la palabra boa ¿qué significa?», pregunta la visitante de Lanzarote, Dina. La guía se lo explica: «Pues significa buena. Las diferentes palabras que viste escritas en la calle, pertenecen a una copla que promociona a la ciudad. Pontevedra, buena vila, da de beber a quien pasa».
Un camino de pequeñas luces azules marcan un sendero que se esconde por el interior de la ciudad. Aunque la guía explicó que pertenecen al Camino de Santiago, alguno se sorprende cada vez que las distingue. El turista de Asturias José Ramón Marco, había visitado Pontevedra hace dos años. De la vez anterior, visitó la zona vieja pero esta vez ha conocido aspectos nuevos. «Me ha gustado todo lo que he visto, sin embargo, lo que me ha llamado la atención han sido las luces del Camino».
La ciudad vivió una época esplendorosa, y ello, se ve reflejado en los soportales. Casas cubiertas que solo podían permitirse aquellos con cierto nivel económico. Se cuenta, que antes existían tantos soportales que se podía recorrer la ciudad de un lado a otro sin mojarse. «Nos parece muy peculiar este tipo de construcciones. Además hemos visto las casas de la zona vieja y nos llama la atención los balcones de madera», comenta el matrimonio barcelonés Rosario y Francisco. En Pontevedra no hay catedral pues no dispone de obispado, pero en su lugar está la Basílica de Santa María. Edificada por los mareantes, dispone de múltiples curiosidades que la convierten en un monumento arquitectónico particular. En su entrada se encuentra el Cristo del buen viaje, para todos aquellos que no quieran encontrarse con dificultades en el camino. Por otra parte, en su fachada se puede observar a Cristo a la izquierda de Pedro, convirtiéndose en la única iglesia del mundo con esta particularidad. Aunque Santa María goza de importancia en la urbe, la patrona de la ciudad es la Virgen de la Peregrina. Su templo caracterizado por su peculiar forma de vieira, estará de celebración para dentro de un mes. Las fiestas, que se celebrarán a mediados de agosto, se centran en el mundo taurino. «La plaza de toros de Pontevedra es la única que existe en toda Galicia. Si alguien quiere visitar la zona vieja en esas fechas, tiene que tener cuidado porque lo pueden mojar con el vino», comenta Charo.
El recorrido dispone de varias paradas que sirven para que Charo explique aquellos lugares destacados de la ciudad. Pero de entre todas las esperas, hubo una que se convirtió en la parada por excelencia. ¿Qué pudo haber que parase la visita? Pues nada más y nada menos, que el señor Valle Inclán. Contaba Charo que el escritor perdió un brazo tras una pela en una taberna. «Tenía una lengua afilada y con frecuencia acababa metido en líos. Además era muy mujeriego». Las mujeres del grupo tras la historia contada, empezaron a verle su encanto y no perdieron la oportunidad de fotografiarse con el susodicho. La visita estaba llegando a su fin, el día estaba refrescando y las últimas paradas, apenas eran paradas. Había transcurrido una hora y media y el trayecto estaba finalizando. El turista llegado de Gijón José Ramón Marco comenta: «Ha sido una visita muy agradable, con una gran cantidad de información. Sin duda, se la recomiendo a todo el mundo».