Recientemente, la compañía de teatro gallega Ainternacional ha puesto en escena la obra Frida, ofrecida por Caixanova. Escrita y dirigida por Jorge Rey, esta dramática pieza está basada en algunos pasajes de la singular y azarosa vida de la pintora mexicana Frida Kahlo.
De fuerte personalidad y con marcada independencia y rebeldía contra los prejuicios sociales y morales, Frida Kahlo y Calderón (1907-1954) pululó entre la pasión y la sensualidad, el dolor y el humor, la pintura y la política. Nunca se plegó ante el infortunio. Fue una luchadora contumaz y con unas enormes ganas de vivir; condensando en 47 años una vida muy intensa, donde el denominador común fue el sufrimiento: A los 5 años contrajo la poliomielitis que le dejó secuelas permanentes en su pierna derecha, a los 18 un grave accidente producido por un tranvía le fracturó la columna vertebral, diversas costillas, cuello y pelvis, entre otras lesiones graves, amén de perder sus posibilidades de maternidad, teniendo que soportar a lo largo de su vida 32 intervenciones quirúrgicas.
Para ocupar el tedio que le producía su postración e inducida por su padre, Guillermo Kahlo, comenzó a pintar. Lo hacía postrada en su cama y en el baño; así, al año del accidente ya había pintado su primer autorretrato, al que siguieron una interesante serie en los que dejó reflejados los hechos más significativos de su vida y las emociones que éstos le producían, con los que adquirió un estilo propio y costumbrista.
Fuerza mental
Su gran fuerza mental y sus ansias de supervivencia hicieron que consiguiese una importante recuperación física. Casada con el muralista mexicano Diego Rivera, la relación con su marido estaba basada en el amor, aventuras con otras personas, relación en su creatividad pictórica, discrepancias y divorcio. Pese a los devaneos de Diego Rivera con otras mujeres, incluida la hermana de Frida, fue un constante apoyo para la pintora, influyendo en ésta para que vistiera el tehuana, traje típico de la mujer mexicana consistente en blusa y falda larga bordadas con flores de colores, como así dejó reflejado en diversos cuadros.
En 1937 dio cobijo en su casa al exiliado revolucionario León Trotsky y a su esposa, llegando incluso a tener un romance con el líder comunista. Realizó diversas exposiciones pictóricas, destacando las de Nueva York (1938) y París (1939 y 1953). En su primera estancia en la capital francesa se relacionó con Pablo Picasso. Durante algún tiempo se dedicó a la enseñanza en México. En 1953 su salud había empeorado a tal punto que hubieron de amputarle la pierna derecha debido a la gangrena, falleciendo al año siguiente. Una vida intensa marcada por el dolor, el arte, el amor, la libertad, la revolución.
Escenificación
La representación de Frida comienza con el regreso de la pintora a la Casa Azul, cuando es sabedora de que va a morir. Allí evoca distintas fases de su vida: la superación de la polio, su primer novio, la época en que se vestía de hombre, el importante accidente del tranvía, su relación con Diego Rivera, hasta llegar a los últimos momentos de su novelesca existencia.
Un buen texto urdido con delicadeza por Jorge Rey, bajo cuya dirección actuaron dos únicos actores: Alfredo Padilla que se desdobló en varios personajes en rápida caracterización (padre de Frida, primer novio, su marido y Juanito, un personaje imaginario que acompaña en los momentos finales a la pintora) y Manuela Varela en el difícil papel principal de Frida. Si bien al principio la obra pecó de lentitud, la buena interpretación y la vivencia de los personajes a cargo de los actores, durante 90 minutos hicieron de la misma una singular representación, pese al hándicap que supuso, sobre todo, la voz de la protagonista que en su tono quejumbroso la hacía prácticamente inaudible. La escenografía, sobria y funcional.