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«A mí no me gusta el fútbol, me gusta el Pontevedra»

María Conde PONTEVEDRA/LA VOZ.

PONTEVEDRA

Con su inseparable megáfono y atrezo, el conocido forofo granate está convencido de que este año celebrará el ascenso

29 may 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Ya se lo decía su abuela a su madre. «Deixa ao rapaz que faga a festa, que para chorar sobra tempo». Y «festeiro» es un rato Rafa Córdoba, como bien saben los que domingo a domingo siguen sus ocurrencias megáfono en mano en las gradas del estadio de Pasarón.

Un campo que pisa desde niño, cuando su padre comenzó a llevarle a los encuentros del club granate. A llevarle literalmente porque, una vez dentro, le dejaba en la zona de córner entre Preferencia y Norte «para poder ver el partido tranquilo». Allí hizo pronto pandilla y desde entonces continuó fiel al equipo, aunque insiste en que a él no le gusta el fútbol, «porque, si no, no sería socio del Pontevedra». «Lo que me gusta es el Pontevedra -matiza-, lo asocio a un proceso de emociones, de ser una fiesta. Como digo yo es como la vida, tiene la derrota, la victoria, los momentos, buenos, regulares y malos».

Esa fiesta la vive como «un ritual» desde niño: «Quizás porque no había otras alternativas, estaba deseando que llegase el domingo». Entre los primeros recuerdos que le vienen a la mente está el estadio con nieve y un balón rojo en un encuentro que enfrentó al Pontevedra contra el Murcia, «cuyo portero era Oregui, uno que yo tenía en los cromos». Cuenta que en la época del Hai que roelo, aficionados que venían desde Salcedo, Marcón y otras parroquias a ver al equipo hacían parada obligatoria en la casa de sus padres, la única que queda en pie en la rotonda de A Parda. «Era un sitio de botellón de mañana, allí tomaban el vermú a granel», sonríe.

Cuando eran adolescentes, él y su grupo de Pasarón se pasaron a la grada Sur. «Los domingos, después del café mi madre nos echaba y nos íbamos al Garba, frente al sanatorio Santa Rita y luego muchos hacíamos escala en el antiguo bar Pasarón, la última parada antes de ir al campo», cuenta. En la grada, entonces y ahora, disfruta encontrándose «con la gente de siempre» y afirma que a la hora de ver un partido, lo suyo no son los insultos, sino el humor.

En la actualidad, su rutina dominical incluye comida en casa de los suegros, parada en la cafetería Sant Yago «con los peteuves de toda la vida...» y de ahí, a Pasarón, de nuevo en Norte. «Y pase lo que pase, siempre nos queda la Pallota, con el bocata tan impresionante que nos hace Cándido -señala-. El otro día le dije que no cambiase el aceite a la parrilla que nos quedaban dos o tres fiestas. Y fue cierto...».

De cara a la fase de ascenso, la que él llama «nuestra Champions League», es optimista crónico, en el argot del club. «Ahora mismo entramos en una inercia muy positiva -comenta-. Venimos como los camellos de la Peregrina, de ser el último (¡el cuatro va de último, el cuatro va de último!) y al final nos va a entrar la bola roja por arriba y el ganador será el número cuatro». Es más, asegura que los dos partidos se juegan en casa, «porque ellos tienen 500 socios y nosotros les vamos a meter allí a 2.000 pontevedreses, así que mejor que vayan con nosotros, la mayoría natural».

La mejor peor racha

Sufrió en Oviedo, pero el partido del que guarda recuerdo para siempre es el del último ascenso hace seis años, aquel encuentro fuera de casa con el Mirandés, «donde de la nada, porque el estadio estaba en un descampado, empezaron a llover piedras; yo decía que aún estaban montando el campo». «Por todas las emociones que vivimos, lo mal que lo pasamos... Es el que más me ha quedado grabado y aún guardo la peluca, que dejo para el Museo... Y todo va cuadrando igual -apunta-, porque venimos de hilvanar nuestra mejor peor racha, porque en todo el año no fuimos capaces de ganar dos partidos seguidos. Yo ya lo dije, ¡ganamos tres de tres y abrochamos al Alavés!».

La afición se la ha contagiado a sus tres hijas, aunque es con la mayor con la que suele realizar los desplazamientos. Y reconoce que ni en Pasarón ni en otro lugar ha tenido problemas por sus comentarios, «y eso que el problema nunca fue el megáfono, sino mi lengua». Del sobrecoste del estadio opina que es «una práctica instaurada por los organismos oficiales» y del nuevo diseño, que «cuando esto se ponga bien y no quepamos fuera de la lluvia, los de las cuatro primeras filas irán con el paraguas patrocinado por Filgueira».

¿Que el equipo no sube? «Lo único que pasa es que me fastidia una fiesta -sentencia-. Porque siempre digo que la vida es un pretexto para echarse unas risas, y el fútbol igual. Reírse es la mejor manera de llorar». Por eso, «porque me toca ir de fiesta, como cualquier mujer», se viste para ir al campo, no solo con la camiseta, sino con todo tipo de complementos. Entre ellos, la falda «que forma parte de todas las juergas de mi vida, las contables y las incontables».

Está también acostumbrado a que sus alumnos le digan los lunes eso de «profe, ya te valió». «Si un día el profe pone en el encerado que está afónico lo tienen asumido, y alguna vez pasa». Si el 21 de junio está sin voz, será buena señal...