Comparten profesión en la hostelería y la joyería y también afición: restauran motos antiguas, cuyas piezas tratan como si fueran piedras preciosas
12 sep 2010 . Actualizado a las 02:00 h.Moisés José Vidal, más conocido como Minso, nombre del hotel y la joyería que la familia tiene en Sanxenxo, es como su primogénito, Juan José, aficionado a las motos clásicas, que ambos restauran. Relojeros desde hace cuatro generaciones, la pulcritud y paciencia de esa profesión la trasladan a la hora de ponerse a restaurar una de esas máquinas y tratan a sus piezas como si fueran auténticas joyas. Y la verdad es que lo son.
El padre tuvo un establecimiento, Ciclos Minso, que era un taller de reparación de bicicletas, que con la llegada de las primeras motos se reconvirtió, hasta el año 1977, en que cerró. Empezó en la mecánica compaginando su trabajo en la relojería familiar. Luego le siguió su hijo que, con gran disgusto de sus padres, dejó de estudiar a los 14 años y se puso a aprender el oficio. «Traballamos xuntos no taller de bicicletas e na xoeiería ata que meus pais se dedicaron ao hotel». Se quedó con el taller con 16 años, porque, como reconoce su padre, «foi bo aprendiz. Eu son de facer moito, pero el era máis lento, pero o facía moi ben», comenta entre risas.
Moisés, o mejor, Minso, que se dedicó al ciclismo y fue casi profesional, siempre tuvo moto. «Primeiro un mosquito, unha bicicleta con motor, pero tamén un Cucciolo italiano, unha Clua, unha Montesa e unha Brio, ademáis dunha Vespa». Con la Brio se fue con su mujer a ver al Pontevedra a Burgos.
A su hijo también le gustan las motos clásicas y sigue andando en ellas por puro placer. Ambos hacen alguna salida y participan de vez en cuando en concentraciones, pues pertenecen al Motoclub e Club Motos Vellas do Salnés.
«No tempo libre, que fora da época turística é moito -explica Juan José- dediocámonos dende hai dez anos por simple e pura afección a restaurar motos antiguas. Temos unha casiña ao lado que lle chamamos O Laboratorio, que é onde reparamos as motos». Minso añade que un amigo le llama el quirófano, por el orden y la limpieza que reina allí. No piensan dedicarse profesionalmente a esa labor, porque «non hai peor cousa que converter unha afección en profesión, pois perdes a afección e buscas traballo, e o que facemos reláxanos moito».
Restaurar una moto puede llevar mucho tiempo. Para sacar un tornillo atascado han llegado a estar una tarde entera. Ahora están trabajando en una Ducati Scrambler del año 73, que tienen desmontada, pieza a pieza.
Pero su particular colección la empezaron con una Ducati Road 250 y la más antigua es una Montesa Brio del año 61, que consiguieron en Allariz, por lo que la llaman, la del Bloque. «Nos dixeron que un paisano de Allariz tiña unha, e alá fumos, sen saber nin onde vivía nin como se chamaba, pero truxémola e coñecimos un pobo precioso», relata Juan José. También tiene nombre la Sinforiana, porque su dueño se llamaba así y les hizo mucha gracia.
En su colección, de la que no piensan desprenderse, tienen otra Ducati Road que le habían vendido a un cliente en el año 1977 y se la compraron en el 2005. Una Bultaco 200, de la que conservan la cartilla militar «de cando os vehículos estaban a disposición do Estado», y una MV Augusta, como las que hicieron campeón al italiano Giamoco Agostini son otras de las piezas de este singular museo de once motos.
Sus premisas a la hora de restaurar: «Se a moto está en boas condicións, tocarlle o menos posible para conservar o orixinal, e cando está que vaia por Dios, desmomtámola dende o primeiro ata o último tornillo». Profunda limpieza, chorreo con arena, imprimación y pintado, y «na parte mecánica, todo o que se poida fabricar que estea en condicións é sagrado». Para el resto, tienen ya una serie de recambistas que les proveen de material original y la ayuda inestimable de «san Internet». «Cando rematas de facer a moto, acabóuseche a diversión ata que empezas con outra», sentencia.