El prestigioso arquitecto hizo en 1995 un boceto de la reforma del antiguo Campo de la Feria que nada tiene que ver con el proyecto que ejecutó después el Concello
27 ago 2020 . Actualizado a las 20:02 h.El Concello andaba enredado en la construcción del párking de Barcelos y la polémica de reforma de esta plaza con la consiguiente tala de árboles, cuando en noviembre de 1995 Santiago Calatrava, realizó una fugaz visita a Pontevedra aprovechando una estancia en Galicia.
El entonces alcalde, Juan Luis Pedrosa, y su concejal de Urbanismo, Fernando Lafuente, consiguieron que les asesorara sobre las posibilidades urbanísticas de este gran espacio urbano, pero la posibilidad de que este prestigioso arquitecto, reconocido como uno de los mejores del mundo, realizara el proyecto fue solo un espejismo.
El autor de proyectos como el Chicago Spire -el edificio en construcción más alto de Estados Unidos- la Torre de Telefónica de Barcelona, la Estación de Oriente de Lisboa, L' Hemisferic o el puente que cruza el Canal Grande de Venecia, dejó al alcalde un esbozo de su singular concepción de la nueva plaza pontevedresa, concediendo más importancia al diseño en superficie del antiguo Campo de la Feria, que al estacionamiento subterráneo que llevaría aparejado. Pedrosa todavía debe conservar aquella hoja de papel con el dibujo rápido que le hizo en su despacho, después de visitar la plaza dos veces, por la noche, casi vacía, y por la mañana, totalmente invadida por los cientos de coches que entonces invadían este espacio.
El párking hacía mucha falta, pero lo más importante era recuperar una plaza de gran calidad urbana para los vecinos. En síntesis, su idea era crear en Barcelos tres estancias diferentes en dos niveles, con una plataforma central escalonada y elevada casi hasta la cota de la calle Benito Corbal, desde donde se podría acceder por una pasarela peatonal horizontal, proyectada sobre la rúa Vasco da Ponte. Calatrava explicó que tenía que haber «un nexo claro y evidente» con Benito Corbal para dar vida a la plaza.
Según su concepción, en Barcelos se crearía una especie de terraza-mirador hacia el paisaje de los montes de la periferia que sobresalen por encima del muro del convento de Santa Clara. Y en un nivel inferior se crearían otras estancias de menor escala, pero de la suficiente entidad, siempre aisladas del tráfico circundante como premisa más importante.
Precisamente, el muro de Santa Clara era para el arquitecto uno de los elementos más sugerentes a rescatar y potenciar. Lo definió como «el patrimonio de la plaza, tremendamente austero y bello» y propuso crear una especie de alberca-fuente al pie de este muro e iluminarlo desde la base para reflejarlo en el agua y darle más potencia.
El diseño en superficie que proponía permitiría construir hasta cuatro plantas de aparcamiento, dos subterráneas y otras dos más pequeñas al nivel de la calle, aprovechando la elevación de la zona central de la plaza.
Santiago Calatrava expresó en aquella visita su preocupación por el patrimonio arbóreo de la plaza y surgió replantar tantos árboles como los que había en aquel momento, se supone que de menor porte que los plátanos .
Un mes después de tan ilustre visita, el Ayuntamiento inició los trámites para convocar un concurso de anteproyectos para la construcción del párking y la reforma en superficie de Barcelos, que ganó la empresa Estacionamientos Pontevedra, participada por las empresas Dragados y Gómez Bolaño. Y lo que se hizo nada tiene que ver con lo que había esbozado Calatrava.
Convencional
La plaza se rediseñó siguendo unos criterios bastante más convencionales. Se talaron la mayoría de los árboles, manteniendo solo unos cuantos ejemplares en el lado norte más próximo al muro del convento, y se acondicionó la gran explanada resultante, sin elevar la rasante, como parque público con jardines compartimentados, paseos empedrados, un parque infantil, un área de convivencia con bancos, una fuente y una escultura de José Luis Penado.
La obra se realizó en un tiempo récord. Comenzó en marzo y acabó en octubre de 1997, después de muchos avatares previos. Y fue más elogiada por el aparcamiento subterráneo que por la reforma en superficie. Cuando se inauguró se dijo que la plaza de Barcelos sería como una «segunda Herrería» y, aunque es muy frecuentada, resulta más inhóspita, fría en invierno y muy calurosa en verano.