Moody?s amenaza y la Bolsa tiembla; la prima de riesgo sube y un Parlamento manda apretarse el cinturón a todo hijo de vecino. Así es como funcionan las cosas, por mucho que uno creyese que Moody?s era el nombre de un perro famoso por una serie de televisión, que sea incapaz de desentrañar los misterios del trapicheo bursátil y que aunque no sepa qué es eso de la prima desee tenerla más lejos que al pariente más odioso. Irlanda, Grecia y Portugal en el pelotón de los rescatados, un nubarrón permanente sobre España y amago de tirón de orejas al propio Obama, aunque sea como de la casa. Esas son las piezas que se pueden cobrar los de Moody?s, se ve que los más poderosos sobre el planeta en los días que corren.
¿Que quién los ha elegido para tan alta responsabilidad? Pues se decía que los mercados, un ente que parecía etéreo, casi el alma de la civilización, pero resulta que ahora descubrimos que ellos mismos son el mercado. Si el medio es el mensaje, las agencias de calificación son los mercados. Una palabra suya -y la incompetencia de gobiernos que regalaron la soberanía- bastará para vaciarnos los bolsillos. Que se lo pregunten si no a los italianos. Su Parlamento aprobó ayer un plan de ajuste que pone las cartas boca arriba: si uno va al médico del seguro deberá pagar 10 euros y si se le ocurre pasar por urgencias y tiene la suerte de que no lo ingresen, quince más.
Hasta aquí llegamos porque dejamos en manos de unos pocos avariciosos el mercado, que nos prometieron que era una especie de santo sabio. Ya no quedan indignados en las plazas, pero la indignación se instaló hace tiempo en nuestras casas. Y de momento no se marcha.