Caldas se vuelve una pequeña Suiza

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Emigrantes retornados de la ciudad de Thun celebran en la villa su novena Xuntanza

02 dic 2011 . Actualizado a las 12:39 h.

La ciudad suiza de Thun acogió a muchos gallegos que a mediados del siglo XX decidieron emigrar en busca de un futuro mejor. Aspiraban a una oportunidad que por aquel entonces pintaba fea en España. La mayoría de aquellos retornaron a su tierra por motivos familiares, pero para no perder los lazos con este cantón alemán celebran desde hace ocho ediciones una xuntanza anual.

La novena cita tendrá lugar el próximo 6 de diciembre, martes, en el restaurante Lotus de Caldas. En anteriores ocasiones la fiesta se desarrolló en Santa Comba, Santa María de Oia, Lalín, Forcarei, Padrón, Verín y Carballo. Al frente de la organización del 2011 están dos vecinos de Campo Lameiro, José Crespo, que vive en Chacente, y Antonio Barros, que reside en Praderrei. Decidieron de buena gana meterse en este sarao para que esta reunión de emigrantes retornados «gire por toda Galicia». El 95 % de los asistentes son de la comunidad autónoma, aunque también hay presencia de asturianos casados con gallegos y algunos madrileños. Se prevé la asistencia de unas 120 personas.

José Crespo, que tiene 54 años y está en paro, se fue a Thun con «ganas de aventura» a los 21, recién terminada la mili. En esta ciudad, emplazada en el extremo inferior del lago del mismo nombre y que es la puerta de entrada a Berna Oberland, había industria y trabajo. Allí estuvo dieciséis años trabajando en la construcción. «Me casé con una gallega y tuvimos dos hijos, en ese momento tuvimos que decidir entre educarlos allá o aquí y en 1994 volvimos», explica José.

No se arrepiente del regreso, pero admite que allí «estaba de maravilla porque se reconocía lo que hacías». Ahora, tal y como están las cosas, es inevitable darle vueltas: «Arrepentirme no, pero siempre piensas...». Y eso que las cosas no fueron fáciles. «Me sentí más extranjero cuando llegué aquí que allá. Aquí la gente va más a su bola y la verdad es que al principio me costó», relata. A su regreso trabajó en la constructora San José hasta que se quedó sin empleo: «Ahora con la crisis no hay para unos ni para otros».

Su amigo Antonio Barros tiene 57 años y un problema grave de salud lo convirtió en pensionista. En su caso, emigró a Suiza porque «allí tenía a mi padre y aquí no había trabajo». Antes de recalar en Thun, donde estuvo veintidós años, residió cinco años en Ginebra. «Me fui con 17, vine, hice la mili, me casé y después volví. Empecé trabajando como albañil y acabé como encargado de una empresa de construcción», apunta.

Antonio regresó a Campo Lameiro con 46 años. En su caso hizo las maletas porque su familia ya estaba en Galicia. «La familia estaba aquí, los hijos, la mujer había venido cuatro o cinco años antes... Y eso que me encontraba muy bien allí, como en casa», recuerda.

¿Y que tenía Thun para atraer a tantos gallegos? El boca oreja hizo su trabajo, pero en esta ciudad pequeña y acogedora la vida era fácil. «Fui presidente del Centro Gallego durante cinco años y casi siempre estuve en la directiva, pasé por todos los cargos», comenta Antonio. La entidad llegó a tener más de trescientos socios, con lo que la colonia gallega superaba, con hijos, las mil personas. «Thun es más grande que Vilagarcía y más pequeña que Pontevedra. Es una ciudad muy bonita y tiene todos los servicios. Con los suizos la confianza hay que ganársela, pero cuando la tienes, ya es para siempre», sentencia Antonio.

Alemán

Lo más duro para muchos fue enfrentarse al idioma. «El alemán es muy difícil, al final me defendía, pero cuando llegué no sabía ni papa y ahora ya no sabría hablar», señala Antonio, que primero estuvo en una zona de habla francesa. Cuando se fue de Thun el alcalde le preguntó la razón: «Le comenté que me quería ir a España y me dijo que si ese era el motivo, que adelante, porque colaboraba mucho con nosotros». Ahora solo va a Suiza de vacaciones.

«Allí estaba de maravilla porque se reconocía lo que hacías», apunta José Crepo

«Con los suizos la confianza hay que ganársela, pero es para siempre», remacha Barros