
Casi medio centenar de extranjeros estudian en el campus pontevedrés. Un alemán, una taiwanesa y un griego son tres ejemplos de cómo derribar barreras inexistentes
28 sep 2014 . Actualizado a las 05:00 h.Él es rubio y tiene la tez clara y los ojos azules. Ella, morena, con el pelo muy liso y los ojos rasgados. Muy rasgados. Pero los dos tienen algo en común, puede que más que lo que creen. Y eso que Ole Volkmann representa a uno de los países más civilizadamente occidentalizados del mundo, Alemania, y estudia Forestales, y Gavi Wei es de Taiwán y está graduada en Bellas Artes. Y los dos han acabado en un municipio de 80.000 habitantes del litoral gallego. En ambos casos esta circunstancia fue casi determinante, admiten.
Otro rasgo que comparten es la complejidad de su idioma en comparación con el nuestro. Y eso fue otro punto a favor, aunque ninguno de los dos lo habla todavía con fluidez. Gavi Wei asegura que ese fue su «propósito» para venir, ya que el español es una de las cuatro lenguas más habladas del mundo, de modo que cree que le puede ser muy útil para el futuro.
Así que, por el momento, intentan hacerse entender en inglés al tiempo que se asombran del escaso arraigo que la lengua de Shakespeare tiene en la Administración: «Me sorprendió, porque tuve que entregar varios papeles en la universidad en Vigo, y fui al Decanato; creo que alguien allí debería saber inglés como algo normal. Les hablé en inglés y no me entendían, y me seguían hablando en español aunque se lo dije, y no entendía nada. Y, sin embargo, cuando voy de compras, a H&M, o a Berhska, los dependientes de la tienda pueden hablar inglés fluidamente, y yo me pregunto, ¿por qué la gente en la universidad no, y la gente joven en la tienda sí?», señala Gavi. «En Taiwán, si quieres estar en la universidad pública tienes que hablar fluidamente inglés, es un requisito muy básico», añade.
Casi por casualidad
La experiencia de Ole es parecida, e intenta explicar las dificultades con las que se encontró mientras buscaba piso: «Llamaba por teléfono a muchos anuncios, pero casi nadie me entendía, y me costó mucho poder comunicarme».
Pero, por lo demás, están encantados con la ciudad del Lérez. Aunque acabaron en ella casi por casualidad. En el caso de Gavi, había decidido hace ya un año, cuando superó el examen que se lo permitía, venirse a España, aunque a sus padres, al principio, no les entusiasmaba la idea de tenerla tan lejos tanto tiempo.
«Me preguntaron: «¿Por qué tienes que ir a España, tan tan lejos, si no sabes nada de español?» Y les dije: «Tengo que ir, y así podré aprender todo lo que no sé. Y porque es mi decisión y ellos no podían decir nada, porque lo decidí yo. Me dijeron que debería comprobar e informarme de todo antes de venir... bueno, me dieron su apoyo de alguna forma, supongo», cuenta, y ríe. Así que inicialmente se fue a Vigo, pero pronto se dio cuenta de que el programa de estudios no se adaptaba a sus expectativas, y pidió el traslado a Pontevedra, hasta donde viene en tren todos los días que tiene clase.
Eso explica también que una de las cosas que más le sorprendiera de Galicia sean «sus cuestas, acabas agotada de tanto subir y bajar». Y también la escasez de motos que circulan. «Aquí la gente anda mucho en coche o la bicicleta, pero muy poquitas motos, y es completamente diferente, porque en Asia todo el mundo puede conducir motos, y hay muchas más que coches. Llevo aquí un mes y solo he visto como 20 motos o así».
El «manejo del tiempo»
Ole lo tuvo más fácil. Tenía que elegir entre Vigo o Pontevedra y las universidades del norte de Europa. «Pero se parecen mucho más a mi país», afirma, y confiesa que el sol y el clima templado de España «también pudieron tener algo que ver en mi decisión». Aún así, y por si acaso, no le asusta la lluvia. «Estoy acostumbrado, ya que en mi ciudad de Alemania llueve bastante. Pero espero que no llueva mucho, porque quiero hacer surf», añade.
De hecho, por el momento, solo ha encontrado un defecto a España: «El manejo del tiempo. Nunca puedes llegar demasiado tarde en España porque los españoles probablemente llegarán más tarde que tú. A veces es difícil, pero creo que nos estamos poniendo al día bastante bien», bromea. Habla en plural porque va acompañado de su compatriota y compañero de clase Manfred Vogelbacher, moreno y algo más tímido que él.
Y es que la imagen que se tiene en España de Alemania no sorprende en exceso: «Que es un país de vacaciones, donde puedes pasarlo muy bien; tenéis algunos problemas con vuestro empleo ahora mismo...; y tenéis un rey; bueno, eso ya lo sabéis», dice, y ríe.
Ole confiesa que lo que peor lleva de España es que «nunca se llega demasiado tarde»